domingo, 23 de junio de 2013

La jornada de un aspirante a escritor

Viernes 11 de enero  de 2013, GH se levantó  de la cama disfrutando que todas las mañanas sean endemoniadamente ociosas. Desde que estaba de vacaciones, había pasado dos meses levantándose tarde siendo beneficioso para cuerpo y alma. Cuando volvería retomar clases en la universidad, extrañaría ese privilegio de “tirarse la dolce vita”.  La mañana era radiante, el sol está feliz de que el hombre disfrute sus vacaciones como se merece. Parece que la fortuna, lo acompaña desde el amanecer hasta el anochecer. Su cuarto, como siempre está desordenado: lleno de calcetines, medias y ropa desperdigada en su cuarto. Parecía la habitación de un artista bohemio, que lucha contra las convenciones sociales. Lo único que faltaba era porros de marihuana y botellas de “Punto G”. Tras cambiarse, se dirige a la sala donde está preparado ya su desayuno. El televisor daba el boletín informativo, que emitía cosas poco sorprendentes: asesinatos, violaciones, robos, pandilleros de pacotilla que harían avergonzar a la Mara Salvatrucha e incluso las infidelidades de los famosos era noticia.  Lo único resaltante era el asunto de la revocatoria. Lo único rescatable era el asunto de la revocatoria a la alcaldesa Susana Villarán.
Esta dizque consulta popular, porque de popular no tiene pero si mucho de populista. Mostraba cuan infantil es nuestra política, así por decirlo. GH se pregunta “miércoles ¿cuando empezará a crecer y convertirse en adulta responsable…sino estaremos jodidos hasta el fin de los tiempos? Cambió los canales para ver si encontraba otras noticias destacables, quería saber como los medios hablan sobre “La asunción virtual de Chávez”. Lo cual ha marcado un precedente en la historia de Latinoamérica. Los analistas hablan, algunos entusiastas hasta la exageración; otros con cierta modestia sobre el posible fin del caudillo de la revolución bolivariana. Ya hablan de transición o traspaso de poder. En cambio el joven prefería esperar hasta que ocurra un desenlace realista, nunca le había gustado aventurarse con hipótesis que podrían ser catalogadas de desubicadas. En el fondo, desean que un gobernante tipo “Carlos Andrés Pérez”  empiece una nueva de “normalidad “en el país llanero. El orden establecido “políticamente correcto” más no la democracia, eso es lo que clama a gritos los medios defensores de la libertad de empresa.
Terminó de devorar el desayuno, vuelve otra vez a su cuarto para coger algo de dinero de su alcancía. Quiere comprar el semanario “Hildebrandt en sus trece” justo sale hoy día, era una de sus publicaciones periodísticas favoritas que tiene un estilo realmente crítica formando opinión. Lo leo, porque encuentro cosas que son analizados de manera profunda, al contrario de los medios puramente comerciales que dicen últimamente payasadas. Ni siquiera hay que mencionar el nombre de “aquellos medios de comunicación”. Su contenido, el primer número del 2013, no decepciona. Se destaca en primer lugar, por la biografía exagerada de la uruguaya Blanca Luz Bruhm (1905-1985) viuda del poeta peruano Juan Parra del Riego fallecido en Montevideo a la temprana edad de treinta y un años por el año de 1925. La historia se hizo más fascinante, cuando la joven aspirante a poetisa dio su primer recital en las tertulias limeñas llevadas a cabo en la casa de José Carlos Mariátegui. Parecía que las credenciales de su fallecido marido, le abriría los puestos para el desarrollo de su carrera. Más su encantadora belleza, que hacía suspirar a renombrados intelectuales. Luego la historia gira a unos 360 grados, cuando se convirtió en la sufrida pareja del genial pintor mexicano  David Alfaro Siqueiros. El fracaso de su relación, sería el comienzo de una seguidilla de desastrosos matrimonios a lo largo de 25 años.
Su inestabilidad sentimental fue tal…que opacó  su producción poética, encasillada en el modernismo. Cansada de escapar, exiliarse, con un trabajo poético que nunca despegó, presenciando la muerte de sus hijos en sendos accidentes automovilísticos, ser protagonista de sonadas infidelidades con diversas personalidades públicas y, decepcionada en cierto sentido de si misma, se puede así resumir su vida. Tuvo una tremenda metamorfosis, de ser en su juventud estar enamorada al igual que su finado Juan Parra de la revolución socialista, donde ella sería la protagonista. Esa ilusión lo creyó cuando debutaba como novel poetisa en las reuniones con “El Amauta”. Con el paso del tiempo, se convirtió en una “momia” conservadora reaccionaria que apoyó el sangriento golpe de estado de Pinochet en Chile, como si este fuera una bendición celestial. Blanca Luz Bruhm, terminaría sus días en una especie de soledad esperpéntica en la isla de Juan Fernández. Donde volcó sus últimas energías en la búsqueda de tesoros imaginarios dejados por los piratas.
La historia, digna de una tragedia griega de un talento que murió antes de nacer fue sumamente conmovedora. Se preguntaba, que pensaba el alma de su primer marido acerca de la conducta íntima de su querida Blanca Luz. Tal vez estaría muy decepcionado de cómo termino su carrera poética. Lo releía como unas tres veces el texto, era tan atrapante la historia que no quería que terminara. Leyó otros artículos de la revista, pero el que más les gustó fue la biografía. Terminada la lectura, preparó sus cosas para salir. Tenía que mandar unos currículos, para lograr obtener alguna mísera práctica. El lugar donde debía dirigirse era la sede de “Radio Libertad”, ubicada en la avenida Salaverry. Una amiga de la universidad había trabajado en dicha estación y tomó su experiencia como una recomendación. El viaje de Pueblo Libre Jesús María, se destacó porque el micro saltaba por los continuos baches y el color sofocante al interior del vehículo. Pero eso sería la mitad del camino, ya que su destino final era el Cercado. Al llegar a la Radio, buscó la puerta principal para entregar el documento. Al hallarla, tocó el timbre. Siempre se ponía algo nervioso parecía que tocaba la puerta de la sede alguna sociedad secreta al cual la ha importunado. De repente una voz maternal, me indicaba donde entregar el sobre manila. Le hacía sentir seguro y hasta hizo promesas de que lo llamarían en los próximos días. Eran bonitas y falsas…pero igual quería ilusionarse otra vez. Luego tomó otro bus que lo apodaba “la bicolor”, por sus colores semejantes a la bandera peruana. Tuvo suerte de que no estuviera lleno, porque ir hasta allá era un viaje homérico. Además el calor, hacía que el vehículo se convirtiera en un horno móvil especialmente cuando tenía que pararse en los constantes atascos en el tránsito.
 Mientras duraba la travesía, observaba con orgullo su currículum, quería ver si el diario “La República”, el cual era uno de sus diarios favoritos, podía aceptar su solicitud. Su sede se ubicaba en la plaza armas, al frente de la sede del poder ejecutivo a quien fiscalizaba con rigor periodístico, propio de un estado democrático. El bus ya se acercaba a la avenida Abancay el instinto le decía que debía prepararse, como si estuviera surfeando una ola descomunal. El sitio, era una especie de territorio comanche urbano y se parecía a cruzar un campo minado. Tenía que sortear numerosos obstáculos como vendedores ambulantes, paraderos informales de vehículos que hubieran podido participar con honores en “Rápidos y Furiosos”. Estaba rodeada de edificios monstruosos que tenían vida propia y un tránsito, personificado en un vendedor de DVD piratas. No fue difícil llegar hasta el lugar. Estar en el centro de poder, donde hace más de cuatrocientos años, se formó el Perú moderno le daba un aura especial a GH. Al llegar al jirón Camaná, entró al primer piso que era un ambiente fresco frente al inclemente calor. Parecía que había llegado al paraíso. Entregó su documento, a una señora encargado al parecer de recibir documentación importante. Lo recibió con una sonrisa artificial y parecía encantada con su dossier personal. Le hacía promesas de que leería el documento y respondería a su solicitud. Se retiró del lugar, con una sonrisa en los labios. Hacer el intento, era una especie de victoria. Recorrió el amplio jirón de la Unión hasta la plaza San Martín en su recorrido observaba como pasaba la gente, aquello era “una torre de babel” horizontal.
Pasaba un universo de personas de toda índole: mujeres jovencísimas embarazadas, señoras venidas de la sierra; con sus innumerables polleras, universitarios con Blackberrys, payasos con sonrisa triste, policías con su panza chelera, teatrales mendigos, adolescentes con piercing como si fueran faquires, nuevos ricos entre otras especies de la jungla urbana. Al llegar a la plaza San Martín, se encaminó al Jirón Quilca un lugar fascinante para los nerds como GH: el hueco de los libros piratas, que parecía un territorio liberado de las garras del imperio de la ignorancia. El conjunto de edificios, que tenía grabados anti sistema que podrían haber sido catalogados veinte años atrás de subversivas. Le fascinaba esa muestra de creatividad y rebeldía de esta que le decían “El Averno”. Caminaba a una de las librerías, quería comprarse alguno de “tesoros milenarios”. Dependía de cuanto dinero tenía para lograr completar alguna colección de su biblioteca personal. Revisaba los títulos, preguntaba a los encargados y tenía que economizar su insaciable amor por el saber. Pudo comprar una novela del nobel norteamericano William Faulkner, llamada “El Villorrio”. Más una revista de la National Geografic, una de sus publicaciones favoritas que le abría al portal de una geografía fantástica y desconocida. Si hubiera tenido más dinero GH le hubiera hecho el amor a la diosa Razón, cuyo placer es superior a cualquier mujer real.   Con el dolor de su alma, tuvo que retirarse del lugar. Por lo menos se iba a casa, triunfante con un nuevo tesoro adquirido. Siguió caminando, lo hacía de manera vigorosa. No le importaba el sudor ni el cansancio…solo seguía su camino. Llegó a la plaza Bolognesi, ya no ere sitio hacía cien años de refinado estilo modernista francés. El baluarte de las élites limeñas, había sido invadido por esa indiada piojosa….a la que inclusive, considerada su servidumbre por derecho divino, no eran catalogados siquiera como humanos. Las fotos que vio en una página del facebook acerca de la Lima de antaño, atestiguaba ese esplendor artificial que imitaba las modas europeas. Al ver sus edificios pintado de anaranjado, uno de ellos fue sede de la embajada de Bolivia, se preguntaba que hubieran pensado los transeúntes de ese tiempo de ver la plaza hecha en homenaje al héroe de Arica; se convertía en un muladar cacofónico de orondas quintas cayéndose a pedazos. Allí escuchado que por esa zona, se haría un mitin político.
Preguntó a un transeúnte, donde quedaba el local de los partidarios por el NO. Lo gracioso de todo esto, se presentó como periodista. Parece que le daba cierto estatus por presentarse así. Gracias al dato que le proporcionó, se dirigió a su local. Aparte quería buscar un sitio fresco, para renovar sus energías. Hacía tiempo, que su conciencia le pedía participar en la vida nacional del país. Tenía la edad y la energía, para ser protagonista de los destinos de la nación. También había investigado las posturas políticas desde Platón hasta Pol Pot, algunas premisas enseñadas por un profe genial al que apodaba “Woody”, por su cierto parecido al vaquero de la película “Toy Story”. Se debía pasar de la teoría a la práctica, era un camino oscuro y tortuoso como una puerta angosta. La política de la atribulada patria, le fascinaba desde la época en que salían “los Vladivideos”, en esa época tenía once años. Miraba con fascinación “La marcha de los cuatro suyos” por la tele. Cuyo clamor popular por una verdadera democracia retumbó por todo el Perú a inicios del tercer milenio. De esa manera inició su aprendizaje, aunada por los testimonios de sus familiares que militaren en movimientos de diversas tendencias: sus padres y una tía muy querida que eran partidarios confesos de la izquierda. Lo cual le generaba una emulación que jamás logrará hacer. La época de sus “viejos”, ha sido insuperable y a veces superior al resto de todas las eras de la historia. Su abuelo materno militó en el APRA e incluso sufrió prisión, cuando se presentaban las reñidas elecciones de 1962, impidiéndole votar. Hasta sale en las fotos con Alan García, un joven presidente en la década de los ochenta…inclusive siendo aprista le dieron una pistola para defenderse de los terrucos. Su otro abuelo en cambio, fue apaleado por los partidarios del partido de la estrella a mediados de los años cuarenta.  Siempre se caracterizó por apoyar a los políticos conservadores y en sus últimos días apoyó al fujimorismo.¿ junto a su madrina. Eso incluye a un tío abuelo, que era marxista y estuvo preso en el Frontón. Y para finalizar, algunos parientes han pertenecido al mayor partido político que ha tenido el país desde 1821: el ejército. GH era un poco de todo: izquierdista, liberal, castrense, nacionalista, medio revolucionario, utopista, idealista, pragmático, republicano y librepensador. Es loca mezcla  ha moldeado su visión política. Una vocecita le dice que con tal “sancochado” podría ser un estadista que marcaría la historia.
Entró al local del NO, pasó por un estrecho pasadizo. Llegó al atrio del edificio, parecía que el recinto lo habían remodelado recientemente. Vio a personas con sus polos blancos saliendo y entrando al lugar. Pude observar que las paredes estaban llenas de recortes de periódicos, revistas y propaganda con su característica color celeste. Tanto le habían hablado de partidos políticos y ahora estaba comiendo de ello. Parecía que asistía a un banquete. Luego empezó a preguntar a la gente, de cómo podía aportar un grano de arena a la gente. La información proporcionada, le llevaron a otra sala contigua, donde había una gran aglomeración de personas. Era increíble que en ese minúsculo lugar, se pudiera hacer un mitin. Aparte de los militantes, se encontraban reporteros de algunos canales. Pudo ver a una reportera flaquita, que parecía provenir de algún programa dedicada a la farándula, hablar ante las cámaras. Luego vio otro reportero: un joven flaco con pelo largo ondulado. Anotaba lo que sucedía con su pequeño lápiz. Tenía en su cuello, como si fuera un amuleto, el carnet de prensa que lo identificaba como periodista. Parecía que trabajaba para “Diario 16”. Al frente, parecía haber una especie de concurso de oratoria en la palestra. Le hubiera gustado abrirse paso y decir algunas palabras pero justo acababa el tiempo de los oradores. La multitud aplaudía y vivaban los discursos. Era un sitio de sublime alegría, gritaba en ese coro de voces que aclamaba los lemas de los principales expositores del “No”. Pudo observar que se encontraba famosa, a la cual solo conocían por la televisión y los diarios. Parecía que se vivía un sueño, imposible de creer.
Las cosas que llevaba, le incomodaba mucho. Impidiéndole aplaudir con más entusiasmo y comodidad. Aparte de esto, se agregaba el ir y venir las personas. De repente unos chicos, que parecían que habían venido del carnaval de Rio de Janeiro, tocaron con estruendo unos tambores. Cuyo ruido era equivalente a todas las discotecas de Lima sonando los viernes. Los gritos y aclamaciones, era imposibles de escuchar. El mitin termino convirtiéndose en una fiesta popular. La gente salió de la sala, encabezados por los chicos que tocaban sus ruidosos instrumentos. Hicieron fila india, hasta llegar a la puerta. Al salir, un enjambre de reporteros. GH se sentía extasiado de estar en el centro de la noticia, ser testigo de los acontecimientos que podían cambiar la historia de la ciudad. Los principales líderes del mitin, fueron entrevistados por la prensa. Trataba de colarse, a ver si su cara salía por el telediario. Ya se imaginaban, lo que dirían sus familiares si su cara aparecía en los noticieros de la noche. Sin conocernos, había una especie de ambiente de camaradería como si automáticamente fuéramos amigos de toda la vida. Eso es lo que le fascina de la política, ser parte de una organización que se convierte en una segunda familia. Desde hacía más de veinte años, los partidos políticos ya no son el motor que mueve la sociedad. Aquello lo ponía muy triste, sentía que su generación estaba desamparada. “Ojala esta situación se revierta, sino las coas no tendrán sentido” pensaba en sus adentros. Los partidarios del “No”, anunciaban nuevas movilizaciones en contra de la revocatoria en los conos. Le enorgullecía ver a esos chicos, renunciando a las comodidades que les prolija la juventud de hoy, displicente y frívola. Sabía que no podría ser como ellos, su espíritu no era para esos trances.
Se retiró de la plaza con un orgullo realmente placentero por hacer algo fuera de lo común. Llevaba consigo un polo por “El No”, que le regalaron el mitin. Era un testimonio de que participó en un mitin político. Eso marcaría un antes y un después en su vida. Tuvo que esperar una eternidad en la avenida Brasil, para que un micro lo llevara a la Bolívar. Lo bueno es que el paradero era un sitio con sombra. Era increíble de que en un verano tan inclemente como el limeño, los paraderos no tenían sombra. Parecía el paisaje urbano, ser el decorado del teatro del absurdo. Cuando se subió al vehículo, se puso a leer la sinopsis del libro del autor norteamericano. Los viajes en micro son sumamente aburridos. Una sana lectura, no vendría nada mal para alimentar la mente. El calor arreciaba, cuando llegó a casa. Era un alivio, estar nuevamente en el hogar. Les contaría a sus padres y hermano, sobre la aventura que había tenido en la plaza Bolognesi: participar en un mitin político, era como tener sexo por primera vez. Al subir al tercer piso de su casa, los encontró almorzando un excelente ají de gallina. Su madre lo saludó con su clásica efusividad, él les respondió de manera formal. Luego se dirigió a su cuarto, puso su mochila en la silla. Era quitarse una cruz encima, su pobre espalda podía respirar en paz. Se echó sobre su cama, era como si manos celestiales lo masajearon. Era uno de los momentos más felices que disfruta y que podría ser el último. Descansó unos quince minutos y escuchó la radio. La música estaba endemoniadamente buena, canciones de ayer, hoy y siempre. Ya se encontraba preparado, luego del breve descanso, para contar mi historia de mi primera participación en un mitin político. Lo contaba como si hubiera visto “La transfiguración de Cristo”, se sentía una persona nueva.
Sus padres lo miraban como si hubiera logrado escalar el Himalaya. Para coronar su aventura, les mostró su polo por el “No”. Parecía que les traía una reliquia religiosa. Ellos lo miraron anonadados…mientras su hermano se ponía sarcástico con mi convicción política recién adquirida. Desde que ingresó a la universidad, su bagaje cultural. Le dijo “que en el poco tiempo andaba en la universidad lo que no pudo aprender había aprendido en diez mientras estuvo en la escuela”. Hablaban los hermanos mucho de política, de manera sumamente cosmopolita, como estuvieran asistiendo alguna reunión de los antiguos filósofos griegos. Discutían sobre el neoliberalismo, la guerra de Afganistán, la primavera árabe, sobre la idea la república, burlándose también de lo absurdo que son las teocracias y monarquías absolutas. Temas que para un chico de su edad, apenas lograría comprender. Su padre siempre les decía, que ellos hablaban de cosas prácticamente ininteligibles. Aquello era un elogio, escucharlo en boca suya. Pero muchas lo sorprendía que incluso a temprana edad ya lo superara en cuestiones de sapiencia. Tener un hermano como él, era un tesoro irremplazable. Terminada la conversación, se tiró la verdadera siesta. Echarse a la cama, era como ser recibido en el paraíso. Tenía que recuperar fuerzas para ya ir al gimnasio que estaba a unas cuadras de su casa. Desde hacía meses, iba al templo “del cuerpo perfecto”  para rehabilitarse de los excesos de la gula. Bueno también había hecho ciertos cambios en su dieta, preguntaba constantemente a su madre, como si fuera su guía espiritual, en la lucha contra la gordura. GH tenía la costumbre de poner la radio mientras dormía para así poder aligerar el sueño y saber la hora. Porque sin querer podía dormirse unas dos o tres horas, cuando solo quería descansar cuarenta minutos. Cuando se despertaba de su largo tedio, al ver que su cuerpo estaba encadenado por el encanto del arpa de Morfeo sentía pánico. Era como el cuerpo físico estuviera encadenado. Felizmente ese día pudo despertar a la hora que quería. Miró la habitación en actitud vigilante, como si esperara una señal. Después organizó sus cosas para ir al gimnasio.
Era una tarde preciosa, el sol no arreciaba como al mediodía como una ametralladora fulminante cuando regresó a casa. Tomó sus lentes oscuros y echose a andar. Le encantaba hacer grandes caminatas, para él recorrer la ciudad a pies era como hacer “tracking” y protagonizar grandes aventuras. Recorría la larga avenida Lincoln y era testigo de su transformación. Estaba cada vez más rodeada de edificios monstruosos, sacados de algún rincón de la Rumanía de Ceucescu. Representaban en cierta medida, la fragilidad de la civilización humana. Llegó luego a un parque colindante, lleno de árboles que parecía una hectárea del Edén. Una isla verde en medio de un mar de cemento que arrecia con sus grandes olas. Había niños jugando, parejas disfrutando de su idilio y señoras mayores conversando. Era el universo, que le daba vida al área verde y reconfortaba espiritualmente. Al llegar al BCP, un edificio gigante donde se hallaba la sede del club del banco de reserva. Entró al lugar, no tenía problemas con los vigilantes…solo con los nuevos que le pedían su clásica tarjeta celeste. Subió al tercer piso hasta llegar al vestidor y así cambiarse. Entró al palacio, donde hombres y mujeres moldeaban su cuerpo para parecerse a las estrellas de la televisión o hacer el intento.
La música resonaba el ambiente y le daba vida al ambiente, como si fuera una discoteca de moda. Además había unos televisores de pantalla plana que trasmitían series norteamericanas. La serie que más le gustaba era CSI, un programa muy interesante donde un grupo de geniales detectives resolvían los casos más complicados. Con unas técnicas totalmente científicas, que dejarían fascinado al mismo Sherlock Holmes, le dejaban muy impresionado. Otro programa que le gustaba era acerca de un clarividente medio cojo, que podía ver con solo tocar a una persona su pasado e incluso su futuro si tomaba alguna decisión. Su poder era tal, que era consultado por la policía para resolver  casos misteriosos. Pero lo más fascínate de todo, era mostrado como un ser de carne y hueso. Con miedo, rencores y una perturbable soledad de no tener una mujer a su lado. Aquel aislamiento de las personas talentosas, le hacía recordar su propia existencia. No poder gozar de la normalidad del hombre común. Tras terminar su rutina, GH puso sus cosas y firmó su asistencia en el libro. Se dirigió a una de las máquinas, donde quemaría cientos de calorías y sudaría la gota gorda. Miraba la televisión, mientras hacía su rutina de ejercicios. Habían puesto una canción de la “Venus californiana” Kate Perry, le daba más ímpetu para correr con mayor fuerza en la máquina. Miraba como si estuviera gozando de alguna película porno, el número de calorías quemadas. Tenía una cierta manía por las cifras exactas y eso que no le gustaba las matemáticas. Pasaría una hora entre ejercicios y otra para finalizar su ritual con una buena entrada en la sauna. Además de sudar y más chevre aún era conversar con alguien y no aburrirse mientras contaba los minutos que debía estar allí. Hablar de temas triviales o sobre algún asunto picante no vendría nada mal. Gozaba pensar de estar desnudo ante una mujer, le hacía sentir más espiritual.
Anhelaba en las profundidades de su pervertida alma que su fantasía, se hiciera realidad. Quería que una chica le examinara como si fuera una científica que ha descubierto a una criatura nueva. Tras terminar su ritual, se cambió. Observó en la ventana que estaba anocheciendo. El ocaso mostraba un cuadro de un cielo morado y amarillo. Era una visión mágica, bella y un signo inequívoco de que la vida valía la pena. Salió del recinto y se dirigió a la universitaria para tomar su carro que lo llevara al paradero de la católica. A diferencia de otras horas, el transporte estaba lleno. Los micros parecían “latas de sardinas móviles”.  La única opción  era elegir el micro menos lleno, puede considerarse una metáfora de las elecciones en el Perú. Al final. El menos malo de todos los candidatos. GH tomó el microbús, era una custer medio destartalada, con colores brillantes y cualquiera diría que era una caravana de un circo gitano. Su único consuela, era que el trayecto iba a ser corto. Así que podía aguantar “el servicio de lujo” del transporte público. Justo cuando iba a partir el vehículo, empezó a detenerse. Asomó por la ventana y descubrió para su sorpresa y horror, que estaba siendo multado por la policía. GH ya había tenido una mala experiencia, cuando regresaba a su casa y el micro fue detenido por los policías que pedían documentos. Tuvo suerte de que no llegara a mayores, pero aquel incidente lo traumatizó. El joven tuvo que tomar otro vehículo y realizar un breve pero incómodo recorrido. Parecía que estaba huyendo de una jauría de lobos, tras salir del carro. Respiraba aliviado tras salir de las fauces del “monstruo metálico”. Ya era de noche. Rápidamente se olvidó de la mala experiencia y se encaminó a su casa que estaba a unas pocas cuadras. Le encintaba el barrio donde había pasado la mayor parte de su vida, tras regresar hacía muchos años de una estadía en el extranjero. Aún no quería imaginar mudarse a Surco, era una posibilidad que su padre le había hablado. Aquella propuesta lo había dejado, con cierta desazón. Esperaba que solo se quedara…un simple proyecto. Le encantaba recorrer las calles silenciosas de su barrio, que la ola de moles de cemento acechaba como un guepardo a su presa. Solo en ocasiones especiales, el mutismo era interrumpido por las bombardas, comparsas y fuegos artificiales. Sentía que la historia de su familia estaba emanada en ese conjunto de chalets construidos a finales de los setenta, cuando Lima experimentaba una revolución urbana. Ahora “la ciudad de los reyes”, sufría otra transformación: el objetivo conquistar el cielo, construir nuevas torres de babel para competir con los dioses del Olimpo.  Era un monumento a la historia, ese contraste entre esas casitas y los nuevos apartamentos.
Al entrar a su casa, encontró la sala media vacía. Pero escuchó en el cuarto de sus padres, de que el televisor estaba prendido. GH no tenia ganas de saludar, solo quería saciar su apetito.  Recordó que a las ocho, se trasmitía el programa favorito de su madre. Se dirigió a la habitación donde se encontraban sus padres. Para saludarlos, no quería que le dijeran que era “un sobrado”. Tras este procedimiento formal, se dirigió a la mesa para cenar. Prendió la televisión, aparte de buscar algún programa interesante quería saber la hora. No quería perderse un solo episodio de su programa favorito “Escobar, el patrón del mal”. A GH, le interesaba profundizar más su conocimiento acerca de este polémico personaje que parecía estar sacado de la novela de Gabriel García Márquez “El otoño del patriarca”: Zacarías. Tenía características comunes del protagonista que compartía con el dictador de esa ficticia república bananera de corte estrafalaria.  Psicópata, extravagante y megalómano, eran las tristes cualidades que los unían tanto en la ficción como en la realidad. También tiene una connotación marqueziana, con el asunto de la muerte violenta de varios personajes. Donde era una constante la eterna crónica de una y mil  muertes anunciadas. Allí podría hacer un análisis del programa, más que la trama quería saber como retrataban el contexto social-político colombiano que ha sido el combustible para la violencia suicida del capo. Así comprendería porque este criminal sembró el terror en Colombia, superando a todos los villanos de las novelas de “Gabo”.  
Justo se emitía un capítulo, el cual se entretejía el asesinato del ministro de justicia Rodrigo Lara Bonilla que era partidario de la extradición de los barones de la droga a EEUU.  La actuación de los personajes lo impresiona, especialmente el de Pablo Escobar. Los villanos son los mejores personajes de la historia, GH soñaba con hacer el rol del malo “Hacer de villano, me caería como anillo al dedo”  pensaba mientras veía la serie. Terminado el programa, ya no quiso ver el telediario. Desde hacía mucho tiempo, se había aburrido del contenido morboso de la programación. Se fue a su cuarto, prendió su computadora. Quería ver como andaba en la escritura de su nuevo cuento que estaba produciendo en los últimos días.  Quería corregir varias cosas de su relato y agregar más párrafos. Hacerlo, era como criar a un hijo fruto del amor que había tenido con la sabiduría. Por lo menos ella es una esposa tolerante y siempre se jactaba de ellos cuando la gente le preguntaba sobre su vida sentimental. Verlo crecer, desarrollarse y superar a su creador era una experiencia religiosa. Una de las pocas cosas que realmente valen la pena y hay que luchar hasta el final de los tiempos. Leía el texto y pensaba como podría hacer que una idea encajara con la mente del lector. Sus ojos estaban cansados, pero la perseverancia estaba por encima de todo. Por lo menos no se iría de este mundo,  dejando una huella que daría la vuelta al mundo. Parecía que era una tarea que no le podía fallar a la historia, otra de sus grandes amores y “esposas tolerantes” que colecciona a lo largo de su vida. Desde hacía dos años, había descubierto su vocación en medio de una conversación que tuvo con una de sus tías políticas, una de ellas era de nacionalidad belga, acerca de la poesía de Apollinarie y fue el punto de partida para este gran proyecto creativo que se había convertido en la razón de su vida. El cansancio lo vencía, tras terminar  de escribir un rato, decidió echarse a la cama. Mañana sería otro día y debía entregarse a todo dar.


domingo, 10 de febrero de 2013

La audición


Para Cristian, el eterno camaleón

Amo el teatro, una parte de mi alma esta íntimamente conectada a el. Desde que era un niño, siempre me ha fascinado con sus maravillosos encantos. Bueno les contare una historia relacionado con el amor que le tengo a este arte de declamar y dejar de ser uno para ser otro. Lo deseo contar para que el paso del tiempo no lo borre de mi memoria. Pero antes les contare una breve introducción a modo de entender los acontecimientos. Yo provengo de una familia de artistas potenciales, que siempre han tenido un talento escondido o de manera artesanal es decir solo para nosotros. Crecí escuchando los relatos de mis padres con los ojos bien abiertos cuando eran jóvenes, con cierto idealismo, unos cuantos centavos, pocas obligaciones y un amor desinteresado por el arte. Hacían teatro en los pueblos jóvenes emergentes de la periferia por los cada vez más lejanos años 70. En alguna de esas representaciones mi madre hacia un clásico papel de patrona abusiva y mi padre de “un recién llegado a la ciudad” que tenia que enfrentar los desafíos de su nuevo habitad. Parte de ello, cantaban y bailaban en los festivales vernaculares realizados en Ñaña. Me contaban que la travesía hacia esa zona periférica era “homérica”. Ya que viajaban en un carro apiñado, destartalado y los pasajeros inclusive pisaban el aire. Por ese heroísmo insólito me llenaba un orgullo por ellos. Oír esas anécdotas, digno de una película de Fellini me llevaron a gustarme todo lo relacionado con el teatro. La primera vez que pise un escenario fue al interpretar al prócer trágico Francisco de Zela cuando estudiaba en “El Santa Teresa de Courdec” la primaria.  Lo único que hacia era escribir con una pluma y ser arrestado por un oficial de la corona española…bueno con algo se comienza. Pero lo bueno empezó cuando me traslade a un colegio, cerca de mi casa.  Por el aniversario de nuestro plantel educativo, hacíamos unas grandes coreografías dignas de Broadway donde se mezclaban la música y la danza más unos disfraces muy creativos. Pero lo que mas recuerdo es hacer junto a mi amigo Carlos el papel de unos “respetables ingleses” que le vendían opio a un pobre chino en una obra que representaba los males que la revolución chino combatía. El resto que puedo contar solo fue bailar danzas complicadas y sencillas al mismo tiempo.
Pero fue cuando termine la secundaria y comencé la universidad mi gusto por el teatro se ha ido acrecentando. Y es donde comienza nuestro relato lleno de coincidencias muy interesantes cuando conocí a un  chico, un adolescente de cabello castaño tirando para rubio y unos ojos celestes penetrantes, que compartíamos nuestra afición al teatro se llamaba Esteban Bouchard, mezcla de antepasados franceses e italianos. Ello simbolizaba esos primeros tiempos de nuestra amistad llenos de admiración, fascinación y novedad. Con el tiempo se iría diluyendo y me duele pensar como esa bonita relación se fue a la mierda…en parte culpa mía y me odio a mi mismo por haberlo permitido. Tenía un carácter genial, extrovertido y un poco irreverente. Sus palabras me daban una impresionante vitalidad y gozaba de su conversación. Había tenido el privilegio de conocer al “rey de la comedia peruana” Carlos Álvarez, cuyo programa cómico “El especial del humor” que parodiaba a la política y farándula peruana con una excelente creatividad causaban una verdadera catarata de carcajadas. Esa cercanía que tuve le daba un aura de respeto hacia su figura llena de futuro con la actuación. Pero mientras toda era “paz y amor”, continuábamos intercambiando comentarios de las obras que habíamos visto. Recuerdo que una esas conversaciones llenas de vida, donde fluían un montón de temas interesantes desde “la vida exagerada de nuestros futbolistas hasta como ubicar en el mapa los extraños países de Europa del este”. Tocamos el tema de una comedia llamada “Esta obra es un desastre”, a la cual la habíamos visto la misma obra sin percatarnos de ello. Esa coincidencia fue uno de los mejores diálogos que he tenido con el.
Teníamos otro gran amigo que también le interesaba el teatro. Su nombre era Crispín Meza, un joven alto, de cuerpo fornido, rostro agradable e hijo de esas grandes migraciones de la provincia que cambiaron para siempre el rostro de la capital. Nunca tuve el privilegio de sentarme junto a el en alguna aula y compartir experiencias. A veces me pregunto que hubiera pasado si la primera persona que conocí en la universidad fuera Crispín y no Esteban cuya relación me traería pesares en el futuro. Admiraba su simpleza, su carácter considerado, generosidad, liderazgo y ese amor desinteresado por el arte. Ponía el todo por el todo, lo cual es digno de encomio. Aparte de su talento en el teatro, fue elegido como uno de los miembros del consejo estudiantil. Antes el organismo que supuestamente debía representar los intereses de todos los universitarios, vivía en el oscurantismo y la apatía. Pero la llegada de esta pléyade de jóvenes promesas parecía que iba a cambiar las cosas de raíz. Pero cuando tomaron la posta para dirigirlo, se encontraron con una “realidad totalmente diferente” a lo que imaginaban. La naturaleza de sus cargos, en el cual solo duraba un año hacia prácticamente imposible las promesas de campaña. Comprendí la impotencia de Crispín de no poder materializar esos grandes proyectos que se proponía…limitándose a algunas iniciativas aisladas. Nunca me incorpore a ese coro de voces quejumbrososas que no proponían ninguna solución, lo usual en este país. Tras terminar su periodo, otra vez la apatía y el silencio volvieron al tercio estudiantil.

 

Fue en agosto de 2011, cuando me entere por terceras personas que en el teatro “Peruano-Japonés”, se estrena su primera obra con el portentoso titulo de “Mi primera vez en escena”. En el estreno actuaria Esteban, como el sitio estaba cerca de mi casa y ni tenía muchas obligaciones estudiantiles me dirigí allí. El clima era de neblina sombría. Era la primera vez que iba a entrar en ese recinto, como si fuera el primer occidental que va a ingresar al Japón. La sensación de euforia y asombro me invadían.
Tuve que hacer una cola larga, en los pasadizos se encontraba una exposición que conmemoraba un año más del ataque atómico sobre Hiroshima y Nagasaki. Había fotografías y mapas acerca del suceso que ha marcado brutalmente la historia de la humanidad. Las imágenes que mostraban el dolor de las victimas en  sus gestos, miradas trágicas y la piel quemada por la radiación. Parecía que el suceso ocurrió ayer y no hacía mucho tiempo. Me puse a pensar, por mas bienintencionada fuera la muestra, en concientizarnos de cuan es bonita es la paz y el amor fraterno entre hermanos. Su contenido, no era apropiado para los niños por su crudeza. Trate de pensar en otra cosa, en ver la obra en donde actuarían mis amigos y seria de naturaleza cómica.
Al entrar, me sentía como un dios que subía al Olimpo. El sitio era una inmensa sala con paredes recubiertas de madera, lleno de sillas negras.  Sonaba una serie de melodías exquisitas que me daban ganas de bailar. Creo que mezclaban Jazz con música clásica, pero no me acuerdo muy bien. Fue en se momento que me encontré con un amigo, se llamaba Ismael, un chico  de contextura robusta y gruesa. Tenía un peinado tipo hongo y ese asemejaba a ese gordo fanático de las historietas como cierto  personaje de los “Simpson”. Su carácter era fuerte, le encantaba imitar el tono de mi voz por mi dejo extranjero. Era un agudo analista de nuestra realidad nacional por lo que lleve a tener cierta admiración por su pensamiento critico. Llegue a escuchar alguna vez “si fuera presidente yo lucharía contra el grupo El Comercio” era una frase cargada de rebeldía nunca lo he podido olvidar. Si Ismael lo hiciesen en un futuro cercano, seguro que el “Decano de la prensa peruana” lo catalogaría como “El azote de la libertad de expresión” al igual que los temibles súper villanos Correa y Chávez.
Sus aspiraciones políticas ya las había demostrado, cuando postulo sin éxito al Tercio Estudiantil.  Por lo menos hizo el intento. Decía que su revés, fue por la falta  de tiempo para hacer una campaña realmente más efectiva como lo tuvieron otros candidatos. Yo a su lado era un “burguesito” bien intencionado que por entretenimiento, rebeldía o no sentirse cómodo por su situación privilegiada. Volcaba sus simpatías personales a favor de la justicia social hacia los más desfavorecidos y que estos se alzaran contra los ricos desde una cómoda posición…sin mancharse las manos claro esta. El era una persona de acción que realmente buscaba una solución por buena o mala que sea, por las dificultades que han caracterizado nuestra existencia en la tierra. Ese día lo vi muy taciturno, sin su característica energía que siempre lo acompañaba cuando estábamos reunidos con los compañeros de clase. Me sorprendió mucho por que no quisiera hablar mucho. Me desesperaba en mi interior por su poco interés por hacer una conversación intensa acerca de temas de coyuntura como la asunción de Humala a la presidencia de la república hacia casi un mes. Parecía que terminaríamos hablando monosílabos cuando me voltee de casualidad…cuando me encontré con dos conocidas sentadas detrás de mí.

Una de ellas era la novia de Esteban, Paz Olarte. Era una chica muy bonita, de cuerpo agraciado, ojos moros, cabello entre lacio y ondulado, senos grandes y piel canela. Su acompañante, pertenecía a la promo del colegio de mi amigo. Se llamaba Graciela Gibellini, flaca como Oliva Olivo, no resaltaba mucho por su físico, sus ojos los tenia hundidos, parecía un ser frágil y se asemejaba un poco a una japonesa. De hecho siempre le gusto la cultura oriental, en el “Face”, en sus fotos la veía usando piyamas chinos y estos trajes le caía como anillo al dedo. Verlas me cambio el animo. Por lo menos tendría una conversación más entretenida que el frustrado dialogo que tuve con Ismael. Me presente ante ellas, de manera un poco altanera como un fervoroso amante del teatro y estaba para ver a mis amigos actuar. Con la que mas hablaba era con Gaby, creo que un tema de cultura oriental no sé. Paz no era de mucho hablar y mostraba timidez por mi presencia. Su silencio le daba un aire encantador, haciéndole más bella tanto por dentro como por fuera.


De repente se empezaron a apagar las luces, supe que el momento mas importante llegaba y prepare mi cámara para perpetuar este suceso en la posteridad. Bien la obra que veíamos se trataba de un director teatral, interpretado magistralmente por Crispín que le era imposible montar su primer drama. Parecía que luchaba contra una fuerza sobrenatural. Para acentuar su desazón tenía que lidiar con unos actores argentinos terriblemente quisquillosos por estar a las órdenes de un “perusho”. El papel de “gaucho” lo hacia Esteban. Su aspecto físico le daba una mayor creatividad para su rol. El dejo rioplatense le agregaba más riqueza a su personaje, pero me dijo mas tarde de que no le salía tan familiar. El publico estallo en risas y se dieron estruendosos aplausos


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 Lo que organizaba el protagonista, se iba al carajo: desde que los miembros de su elenco se confundían sus parlamentos…hasta una ridícula discusión sentimental parecía que el mundo iba a colapsar. Al final su proyecto nunca se llega a materializar, cayendo una vez más en el olvido. La trama sencilla, me causo una gran impresión comparable a ver “la Transfiguración de Cristo”. Lo aplaudí hasta que mis manos iban a reventar. Me hallaba extasiado por tener el privilegio de ser testigo de tanto talento maravilloso de mis amigos. Ser actores le daba un estatus especial que los diferenciaba de los simples mortales. Al terminar el espectáculo, Salí con las chicas para felicitar a los actores por su brillante actuación, tenia tantas gamas de darles un caluroso saludo tanto a esteban como a Crispín.

 

 Al salir del escenario, me dirigí a uno de los jardines estilo nipón, que tenia una decoración muy refinada. Además contaba con un estanque llena de peces de colores relucientes si nadaran joyas brillantes. No tarde en encontrarme con algunos miembros del elenco, conocía como he mencionado a esos renombrados actores. Pude ver a Esteban y a Paz abrazándose y la guapa chica dándole un suave beso a sus labios. Lo tenia todo, menos el amor sincero de una chica…hasta el día de hoy no he besado a ninguna y solo he tenido sexo por puro placer animal, pero nunca he hecho el amor por sublime sentimiento. Ellos representaban al abrazarse tiernamente, un deseo incomprensible ante la lógica humana. Supe desde el primer momento que ello era la feliz unión que solo la muerte podía separar. Me apreste a felicitarlo, me  recibió con frialdad eso me sorprendió.

 

 Tal vez cansado de tantos elogios. Quería conversar con el…pero no se pudo dar. Las cosas sucedieron con una prisa inaudita. Todos se despidieron rápido, como si fueran perseguidos por un gobierno dictatorial. Me quede un rato mas y pedí a un señor que me tomara una foto con un loto oriental, testigo de grandes acontecimientos. Cuando me estaba por retirar, me encontré que Esteban cargaba unos muebles. Le pregunte que hacia con ellos, me respondió con un gesto cansado que era el inmobiliario usado en la obra era alquilado y tenían que devolverlo apenas finalizada el estreno. Tenía esperanzas de que los triunfantes actores se fueran a comer y poder acompañarlos. Conocerlos mejor, sobretodo conocer a esa chica que interpretaba a esa “argentina pretenciosa”. No se dio lo que tanto imagine. El clima se volvía mas sombrío con ese cielo panza de rata, que te hacia volver a la realidad mediocre que durante el tiempo que vi la obra parecía vivir en un universo paralelo.


 

Antes y después de ver esa obra. Siempre le dije a Esteban que tenia un gran talento para actuar, le decía que hiciera el favor de que moviera sus influencias en esa pléyade de iluminarias para que me aceptara en su selecto club de teatro. Pero en vez de ayudarme y acceder a mi humilde pedido mostro una actitud bastante grosera conmigo. Decía que no tenía talento para ello y estaba fracasado de antemano. Sus palabras fueron hirientes, sentí una rabia terrible. Quería destruirlo con todas mis fuerzas, arrancarle su rubia cabellera, como hacían los mohicanos contra sus enemigos “cara pálidas”. Dejarle morado sus lindos ojos celestes. Sentía que podía darle una merecida tunda…pero me contuve porque una persona civilizada. Tuve que disimular mi disgusto y tomarlo como una de sus bromas pesadas. Desde ese momento poco a poco a enfriarse y ser tirante. 

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Pasaron unos seis meses, en esa época me hallaba de vacaciones. Era febrero, el mes del romance, excelente para mostrar mi inconmensurable amor por el teatro. La obra “Prohibido suicidarse en primavera” se estrenaba en un escenario local ubicado en la avenida Larco. Ya había intentado ubicarlo de manera frustrada cuando se dio en diciembre, sufrí un montón por no poder ubicar el bendito sitio donde se estrenaba el  bendito espectáculo. En ese momento quería llorar de rabia por mi monumental fracaso.
Pero en el “face”, supe que la función lo iba a reestrenar. Fue una bendición celestial, tener una nueva oportunidad para tomar revancha contra el infortunio. Ir a Miraflores en esa noche fue “un viaje homérico”. El transito era infernal y mi corazón iba estallar porque no llegaba a tiempo. Tuve suerte de llegar temprano y encontrar el dichoso sitio donde me fue esquivo su hallazgo. Se trataba de un sótano y había que bajarlo y así llegar al escenario donde se iba a dar la función. La zona subterránea, parecía un refugio antiaéreo de la II mundial, no cabían ningún alfiler. Trate de identificar si había algún conocido, creo que vi a unos colegas…pero nada más


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Al entrar al recinto, era un sitio que se asemejaba más a un cine que a un teatro por sus butacas de color plomo. Con cierta pavonaría elegí mi asiento. El lugar era ocupado en su mayoría por jóvenes, algunos adultos y unos pocos niños. El ambiente era de una fraterna alegría. Pude observar también a unos chicos flacos vestidos de negro, con mascaras teatrales blancas y no decían ninguna palabra. Verlos a mi costado me hizo sentir orgulloso de mi generación ame el teatro.

 


Tenía unas ganas de ser protagonista de la velada artística, estar combatiendo contra mi timidez en el escenario y no conformarme con ser un mero espectador. La obra que iba a ver en breves instantes tenia el pomposo titulo de “Prohibido suicidarse en primavera” del talentoso dramaturgo español Alejandro Casona. Hacia un año y medio vi otro drama llamado “La barca del pescador” donde mi hermano menor actuó como personaje secundario cuando cursaba cuarto de secundaria en el “Gryffindor”, colegio de notable antigüedad, ubicado en la avenida 28 de julio. El le dio un mejor enfoque actoral en esta obra que cuestionaba como la gente es capaz de vender su alma al diablo con tal se satisfacer su vicio del lucro desmedido. Mientras recordaba ese feliz episodio, donde estuve muy orgulloso de el. Una voz en Off le pedía al público que la función iba a comenzar en unos pocos minutos. Parecíamos que íbamos a despegar en una nave espacial cuando oímos el anuncio. Me sentía al mismo tiempo un astronauta listo para despegar a Marte a la primera señal. Lastima que no pude conversar con alguno del público mientras esperábamos el estreno. Me daba la impresión de que eran personas muy inteligentes con los cuales se podía realizar una charla amena.

Comenzó el espectáculo, las luces se apagaron de golpe. El desconcierto invadía la sala, la tensión afloraba en los espectadores. De repente una luz empezó a iluminar a dos individuos que vestían trajes de excursionistas que realizaban un paseo por un paisaje imaginario que hacia recordar el Tirol austriaco. Eran una pareja de reporteros llamados Fernando y Chole que disfrutaban de sus vacaciones. En el camino por casualidad encontraron un edificio extraño que parecía un siniestro laboratorio por un perturbador letrero que decía “El hogar del suicida”  que hablaba de cuan reconfortarte era morir ante las personas.

 

La perturbación aumento más cuando apareció uno de los personajes más interesantes de la trama era la del doctor Roda, que le hacía parecer su bata de medico al siniestro doctor nazi Mengele, por imitar el acento alemán y sus gestos exagerados. Un poco mas y solo le faltaba tener una esvástica como brazalete. Les dio la bienvenida que les causo cierta consternación. El singular medico explico la naturaleza del lugar que habían hallado los reporteros. Se trataba de una clínica de rehabilitación de personas que deseaban suicidarse y usaban un heterodoxo método para sanarlos. Consistía en incitarles en su deseo de querer auto eliminarse  hacia que los enfermos desistiesen en no quitarse la vida.

 

Sorprendidos por este singular tratamiento, los jóvenes decidieron colaborar con este singular experimento de manera entusiasta. Fue en ese momento que apareció como Hans el perturbado ayudante del galeno, por su aspecto me hacia recordar a Igor el ayudante de Dracula. Su nerviosismo constante era perturbador y la expresión de su mirada parecía que ocultaba un secreto terrible. El había quedado muy traumatizado con una guerra que sucedió hacia mucho tiempo y por ello explicaba su obsesión con la muerte. El modo de tratarse con el doctor Roda mostraba una sumisión casi enfermiza. A medida que transcurrían los días, ellos encontraron a personajes terriblemente perturbados. Parecían que habían combatido una guerra cuasi apocalíptica con su yo interior. Especialmente dos internos: la primera era una dama vestida toda de negro que lloraba prácticamente sin ningún motivo aparente, estar junto a ella era para volverse histérico. El otro paciente perturbado era un joven, interpretado  magistralmente por un conocido de la universidad de pelo negro ondulado y ojos verde grises, que soñaba con conocer a una famosa interprete de opera de extraño nombre japonés y su acento de consonancia española.  Sufría mucho por ese amor imposible por la estrella musical. Ellos eran fascinantes e hizo que los periodistas empezaran a alistar a escribir sus crónicas sobre “la particular clínica” para el diario que trabajaban.
Pero una noche ocurrió un incidente que trastoco la historia.  Un paciente había tratado de suicidarse volándose los sesos con una pistola. Tras disuadirlo a que entregara el arma…Fernando reconoció que el fallido suicida era su hermano Juan. lo cual genero mucha tensión ya que ambos no se llevaban bien. El incidente afecto personalmente a Chole, antes esencia de la alegría a convertirse en una persona sombría.  El conflicto en la obra ya estaba marcado y genero una mayor atención. La obra paso a un intermedio. Aproveche la pausa para buscar algo de comer, subí con pasos agitados mientras me abría entre la multitud tan deseosa como yo de tomar aire fresco, descansar y satisfacer su apetito. Tuve suerte de encontrar un establecimiento de “Fast Food” a una “tiro de piedra del teatro”. No debería frecuentar estos antros que promocionan a propósito o sin querer la obesidad posmoderna que ha superado con creces la hambruna africana. Debería estar arrepintiéndome de comer en esa “ermita del culto ala gula desmedida” pero mis necesidades superaban mis escrúpulos alimentarios. Me comí un pequeño combo y me sentí prácticamente lleno era como devorar desayuno, almuerzo y cena juntos.  Entretanto mi reloj biológico me decía que debía apresurarme. Entretanto mi reloj biológico me decía que debía apresurarme porque ya iba a comenzar la segunda parte de la obra. En efecto cuando baje al sótano, veía al público ya sentados en sus butacas. Me impresiono la rapidez de cómo estaban organizados. Crispín debería ser funcionario de alguna entidad estatal…pucha haría los tramites como si se tratara de un torneo de formula uno. Me senté en mi asiento, respiraba agitado por haber corrido muy rápido. El II acto comenzó, siendo recibido con grandes aplausos. Empezaba la escena en que había un complicado triangulo amoroso entre Fernando, Chole y Juan (el hermano perturbado del periodista). Este terrible problema personal la deprimió por haber sido causante de la enemistad entre los dos. Producto de ello…ella intenta ahogarse en el lago colindante al hospital. Afortunadamente logran rescatarle de las frías aguas y revivirla con respiración boca a boca. La tensión y desesperación eran impresionantes en la escena. Lamentablemente genero más rencor entre los hermanos que se disputaban el amor de la muchacha.

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Después en medio de la desesperanza, la obra tuvo un cariz bastante cómico. Justo había aparecido al desamparado amante frente a sus propios ojos a la soprano Cora Yako que buscaban un remanso por su creciente fama. Mo podía estar sucediendo ahora. Ella era una diosa del canto que vivía “en un Olimpo musical” lleno de glamor y estilo mientras que el era pobre insecto (sin animo de ofender) cuya vida era espantosamente mediocre. La intérprete vestía unos trajes sumamente elegantes y usaba un abanico para proclamar a los cuatro vientos su vanidad como pavo real frente al humilde traje que llevaba el humilde admirador. El encuentro prácticamente surrealista fue chocante. Al verse sin decirse palabra protagonizaron un divertido tango argentino. Parecía que Crispín le tenía una fascinación por lo gaucho como para poner esa milonga. Fue la mejor parte de la obra era impresionante como la pareja supiera bailar el genero de Gardel y compañía. Lo hacían con gran confianza como si hubieran conocido tiempo atrás.
Al terminar el baile grácil, Cora Yako estaba muy encantada de conocer al simple mortal. El todavía incrédulo amante era presa del nerviosismo y ella con un tono maternal le hizo sentirse en confianza para que pudiera asimilar esta visión comparable a la que tuvo Saulo, antes de convertirse en Pablo cuando vio al señor en su camino a Damasco. Estar con ella le hacia estar la mas posible a la pléyade de los dioses que han creado el universo. La extraña pareja empezó a conocerse de manera profunda y perturbo más al pobre joven. Le propuso ella con su altisonante acento castizo que la acompañara a una serie de viajes prácticamente de fabula y de ensueño. Cora Yako estaba fascinada con el extraño y era mejor que todos esos aduladores ricachones que solo deseaban llevarle a la cama. Parecía que su sentimiento era genuino llevado de manera desinteresado lo cual me pareció fantástico esa parte romántica de la obra. Fue a partir de ese momento, en que la trama empieza a tener un cariz mas alegre ante la vida. Muchos pacientes empezaron de milagro a recuperar las ganas de vivir y esto contagio a los responsables del establecimiento, tan acostumbrados a la sombría muerte. Parecía que el optimismo resucitaba a estos muertos en vida. Incluso el problema de los hermanos por el amor de Chole, pudo desenvolverse en paz. Como colofón se puso “la sinfonía pastoral” de Beethoven. Escuchar esa bella música hacia que el espíritu de la gente se elevara a una nueva era de felicidad. Ello me contagio y me hizo sentir el hombre más feliz del mundo.
Cuando termino el espectáculo, suspire con mucha tristeza. Deseaba que no finalizara y sentí que en el teatro podía hallar mi vocación. Tuve que salir de la sala para evitar ser aplastado, me sentía devorada por un enjambre de abejas. Llegue prácticamente sudando a la angosta sala de espera. Se encontraba una muchedumbre que aplaudía y felicitando a los miembros del elenco. Parecían que fueron premiados con “el globo de oro de los premios Emmy” o “El oso de oro de la Berlinale”. En ese momento algunos de los actores estaban aun vestidos otros a medio vestir. Podía ver la transformación de seres celestiales a simples mortales. Entre empujones pude acercarme a Crispín para darle mi más sincera felicitación por su gran trabajo en las tablas. Sentí que el hombre hacia patria. Fue un intercambio de palabras breve pero intenso…pude ver en los ojos de mi amigo un gran sentimiento de satisfacción humilde. Supe que iba a llegar muy lejos con su gran talento. Posteriormente tuve que retirarme ya se hacia tarde y me era imposible acompañar a los campeones para celebrar su triunfo. Al subir del sótano, volví a mi miserable cotidianidad. Era horrible volver otra vez a la realidad mediocre que uno esta tan acostumbrado. Luego de pasar dos horas y media en un mundo mágico, era como un bebe es sacado violentamente de la calurosa placenta de su madre para tenerse que enfrentar a la frialdad del mundo. Esa experiencia me dejara marcado para toda la vida. Observaba los microbuses vacios…hacia unas horas eran unas latas de sardinas volantes. Mire con desprecio y pena esas calles desocupadas, parecían un paisaje surrealista hasta absurdo por los cuatro costados. Tome el  microbús que me llevaría a casa y me sentí muy triste sentí que la vida ya no tenia sentido porque de pronto perdí el entusiasmo por no tener objetivos no sentía sueño solo vacio. Al día siguiente contaría mi gran aventura a mis padres y seria mejor que todas las historias de los diarios dominicales.
Comencé marzo, un mes donde comenzaba un ciclo más de mí cada vez desacelerada carrera. Me encontré con Esteban, para ese momento lo vi siempre acompañado con sus incondicionales amigos…pero me incomodaba la presencia de un tipo que desagradaba en absoluto, siempre trataba de ponerme de mal humor. Lo detestaba: porque era una persona pedante, chauvinista, moralista ridículo, derechista enfermizo, cobarde, pesado y se creía “una eminencia intelectual”…en realidad era un payaso. Para empeorar mas la situación era primo hermano de una amiga que estimaba muchísimo ya que habíamos trabajado en la elaboración de un cortometraje para un curso de audiovisuales…Bueno uno no elige a su familia. Como una persona tan inteligente y con un mejor juicio que yo como Esteban podía juntarse con esa alimaña, hay que decir las cosas por su nombre. Ahora prefería su compañía que estar con su amigo que lo había acompañado desde siempre…hubiera dado la vida por la amistad si fuera necesario. Tuve que guardarme la decepción en mis adentros y sentía ira por sentirme impotente de que uno de mis mejores amigos se alejaba de mi lado. Sentí que todos esos años maravillosos que pasamos entre trabajos y jugar “Counter Strike” como endemoniados…de repente se fue a la basura, era patética mi situación personal como deseaba en este momento que la tierra me tragase o llorar océanos. Su carácter, se volvía cada vez mas mundano y apenas mostraba interés cuando le contaba sobre mis viajes, libros, películas, obras de teatro, programas de Tv o algún comentario sobre la situación política del país o internacional. Antes me consultaba constantemente sobre varios temas, especialmente de geografía sobretodo de los complejos países de Europa oriental. Antes nuestras conversaciones, especialmente los primeros días del primer ciclo, eran llenas de humor y reconocimiento mutuo. Por ultimo cuando le hablaba de que pudiéramos reunirnos en las próximas vacaciones el me contestaba en tono de broma de que no quería verme…nunca supe si lo decía en serio o solo para tomarme el pelo. Aquello me exasperaba. Ese fue la ultima puñalada que recibí por parte de el. Esos primeros días de marzo, me sentí por primera vez un extraño en mi propia alma mater. Parecía que no conocía a nadie y me horrorizo hasta los tuétanos de sentirme tan vacio. Tenia que ocultar mi frustración. Solo al conocer a una chica huanuqueño de nombre Giovanna. Era chica de piel oliva, con una cabellera castaña, un cuello alargado y tenia unas manos finas. Era un poco mayor que yo. Su carácter era agradable y me animaba cuando tenía problemas. Empecé a coquetearla…no porque quisiera tener una nueva novia sino porque realmente me sentía amado. Mi amor platónico con esa chica no duro mucho, ya que descubrí en medio de una conversación inocente que era casada y tenía dos hijos.  Me sorprendió mucho Giovanna la verdad, porque a partir de ese momento ya no podría iniciar una relación con comodidad y tendría que llevarlas con cuidado, sobretodo no toparme con una madre soltera o con un anillo de matrimonio. Lo mismo me paso sin mucho impacto con una bonita  chica de unos preciosos ojos verdes de origen yugoslava…pero eso es otra historia.
Pero mi desilusión afortunadamente no duro mucho ya que  en el patio de la universidad pude ver un gigantesco cartel que anunciaba sobre una próxima obra que se estrenaría en unas pocas semanas. Verlo me hizo otra vez recuperar mis ganas de vivir. El nombre de la obra era “Los muertos que aun respiran”. Pude encontrarme con Crispín, siempre lo veía flaqueado por dos atractivas chicas. Supe que se estaban regalando entradas para la obra…lamentablemente me dijo que ya se la habían agotado. Esa mala decisión acarrearía consecuencias terribles a la hora de acudir a la obra…acarrearía consecuencias terribles a la hora de acudir a la obra. No me adelantare a los hechos en este momento. Prepare todas mis ganas y energía en nutrirme más del teatro. El día que se iba a estrenar, no sabía las enormes sorpresas que me depararía ese día. Ir de mi casa en Pueblo Libre hasta Miraflores en esa noche agitada fue una travesía infernal. Tenía miedo de que no llegara a tiempo, miraba constantemente mi reloj si estaban el rumbo correcto. Lo único agradable del homérico viaje fue una cándida charla con un pasajero ya mayor, con poblado bigote y con un gusto por la música clásica. Me conto que había estado en la cárcel, según el por “su vida licenciosa pasada”, engendro una familia numerosa como lo tenían los patriarcas de la biblia. Lo único que malogro la increíble charla fue al decirme que era evangélico y aprovechaba para convencerme de ser parte de su religión. Hacia cinco año de deje que mi alma lo poseyera alguna creencia x en medio de una gran transformación espiritual poco antes de terminar la secundaria. Escuchar tales palabras me incomodaron y le respondía con amables negativas no quería herir su sensibilidad, siempre huyo de las situaciones desagradables. Parecía que era feliz en estar afiliado alguna Fe. Tuve la suerte de se bajara en su paradero y me despedí amablemente y la desesperación por llegar temprano volvió a mis pensamientos. Rechinaban mis dientes porque el mundo se iba a destruir si no llegaba a tiempo. Apenas llegue al parque Kennedy, tuve que correr haciendo Maratón para vencer al tiempo. Me chocaba con las personas a veces las esquivaba…me estaba por quedar sin respiración. Llegue al sitio, mi ropa estaba empapada de sudor pero eso solo era el inicio de mi calvario que tuve para ver el estreno. En primer lugar el sitio se encontraba repleto, más que la anterior presentación y había una cola de los mil demonios. Me encontré con un grupo de chicas que me contaron que venían del cono norte para ver el espectáculo. Me sorprendieron lo que dijeron las muchachas, especialmente dedicar su tiempo y dinero en ver el maravilloso arte del teatro.
Pero esa admiración  no me distrajo del verdadero calvario que tendría que soportar para ver la obra. En primer lugar la cola no avanzaban, era como retroceder a los tiempos de la hiperinflación, algunos presentes empezaron a reclamar por la demora. Miraba mi reloj y sentí que retrocedía al momento de cuando estaba sufriendo en el micro para llegar a Miraflores. No me iba a perder la función por nada del mundo costara lo que costara. Escuche por parte de la encargada de poner orden que solo entrarían los que tuvieran el boleto especial además dijo a los espectadores que no podían entrar al recinto: podrían verla en otra ocasión sin tantas incomodidades como lo que estaba pasando en este momento. Da vueltas al igual que un “tigre enjaulado”, como decía mi padre, miraba la puerta que era constantemente asediada  por personas como yo ansiosas por ver siquiera un trocito de la obra. Temí que nos botaran por impertinentes a escobazos sus pocos defensores. En ese momento era ahora o nunca, aproveche mi vena histriónica para suplicarle al guardián que me dejara entrar…bueno mi ruego no era tan convincente pero le convenció para que me dejara entrar. Tuve un gran sentimiento de felicidad por haber conseguido mi meta y me quitaba un peso encima. La sala esta oscura y constantemente me tropezaba con otras personas que buscaban un lugar donde sentarse. Para mi mala suerte no encontré ninguna butaca y tuve que ingeniármelas al sentarme en las gradas del escenario. Para una persona alta era un poco incomodo estar en esa postura. Ya había comenzado la función, unos diez minutos antes, me sentía un poco mal por esa tardanza. Me asemejaba, a un niño que ve maravillado el circo tras entrar a hurtadillas y sabe que puede ser pillado en cualquier .momento y goza con más razón el espectáculo…mientras se mantiene vigilante  


“Los muertos que aun no respiran” era una obra que hablaba sobre un periodo de la historia muy doloroso que no vivió el horror felizmente mi generación que solo le interesa una existencia cortoplacista. Pero verlo, me hizo recordar a los vividos relatos de mis padres acerca de esa época en que nuestra patria cayo en “el reino de las tinieblas”. Por ejemplo mi madre hizo sus prácticas en Ayacucho, cuando imperaba el estado de emergencia, yendo por una geografía tan hostil como sus habitantes trayendo la salud a esa desamparada gente. No se sabia a ciencia cierta si acabarías tu existencia ya sea con un tiro de FAL volándote los sesos por parte de los cachacos o que tu cabeza clavada en una picota con un letrero que decía “Así mueren los burgueses explotadores”.


  

 También recordaba las palabras de mi padre al contarme, que alguno de sus amigos se incorporaron en la “mal llamada guerra popular”. Uno de ellos falleció en el sangriento motín del Frontón allá por 1986. En medio de las balas, granadazos y la demolición de su pabellón…terminando de manera brutal aquellos jóvenes que tenían un futuro por delante. Me sentí otra ves orgulloso de que Crispín, haya decidido encargarse de una obra de trascendencia histórica, otra vez hacia patria. Me da pena que los jóvenes de ahora no sepan quien fue Abimael Guzmán, diciendo que fue presidente  o no saber que pasó en
la calle Tarata.

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Estas obras eran las indicadas para generar una importante conciencia de recordar el cruel pasado para tener un futuro lleno de paz o hacer el intento.  Siempre me ha fascinado desde que era niño todo el asunto del accionar de Sendero Luminoso y como una patética guerrilla o simulación de esta de ideario extraviado de corte polpotiano-stalinista puso de cabezas al país. La historia peruana, se ha caracterizado por tender al absurdo y ello significaría la orgia de lo ridículo. En esta nueva presentación, pude ver un cambio de tono. Ya no era la cándida y jocosa donde las cosas podían resolverse con cierta ingenuidad. Ahora tenía un carácter sombrío y proclive a la violencia.  Justo comenzaba en ese momento con un coro de voces vestidas de negro al igual que las tragedias griegas. El personaje principal, interpretada magistralmente por Crispín, tenía que soportar un conjunto de insultos y retahílas por su vida pasada.
Luego de esa escena introductoria, donde hay la oficina de redacción de un periódico y se encuentran tres mujeres muy diferentes entre si. Reconocí de inmediato a “Cora Yako”, pero ahora interpretaba a un personaje totalmente opuesto llamada Mirela. No era la grácil y candorosa soprano de opera sino la maquiavélica jefa de redacción de la revista “En boca de todos” que lo único que le interesa es el morbo con noticias de que vedette trampea con quien a una audiencia huérfana de valores en vez de dar información objetivo que es la eterna verdad que es incomoda. Solo una valiente y solitaria periodista llamada Betina desafiaba su dictadura del lucro. Por eso tuvieron una agria discusión, debatiendo la importancia de si era más importante informar sobre el último escándalo de la farándula que el reciente acuerdo de paz con Ecuador. Su lucha era más solitaria, cuando a su lado tenía a Hilary, la hermana de su opresora que era un completo estorbo, aparte de ser media estúpida por así decirlo. Se comportaba como una adolescente mimada y vivaz al igual que su generación tan obnubilada por las cosas materiales. Una canción de Britney Spears, “La lolita de fin de siglo”, simbolizaba su personalidad.  Siempre le daba la razón a la jefa hasta el punto de llegar al servilismo, miraba la jefa a su hermana como si estuviera haciendo de perrita faldera hacia maravillosas piruetas para complacerla. Fue un momento fenomenal que me causo impacto, me hicieron recordar sobre las clases acerca de ética periodística. La discusión tan acalorada…terminó cuando recibieron la llamada para hacer un reportaje acerca de lo sucedido en una aldea perdida en Ayacucho, relacionado al terrorismo. Aquel trabajo era liberación temporal de su tiranía pero tener como compañera a “esta chica que aún se chupaba el dedo” iba a ser una especie de recordatorio de su opresión.
Luego de eso, se paso a otra escena, donde pude ver a mi amigo Crispín en otra genial transformación camaleónica. Esta vez interpretaba a un serrano y el acento le salía estupendo. Era un personaje sufrido que tenia un terrible secreto en su interior y sufre una terrible desolación espiritual. Además en la obra se incorporaba Romano, otro miembro talentoso del elenco que no lo había visto en anteriores producciones. También me llamo la atención la presencia de una encantadora niña, prima pequeña de mi amigo, llevaba puesto un traje vernacular que la caía como “anillo al dedo”. Me hacia recordar a mi madre le encantaba ponérselos y cantar esas melodías que evocan a su tierra. Ella era mejor que esas “artistas folclóricas” que aparecen en esos carteles ridículos de la carretera central.
Con ellos se agregaba otra actriz que tampoco era conocida que hacia de madre de los tres chicos.  Representaban una versión de la “familia Ingalls andina”, en ellos se emanaba la felicidad en medio de la barbarie latente.  Esta no tardaría en llegar cuando apareció un señor misterioso, vestido casi de negro y portando una pistola, ya había visto el arma en la obra anterior. Me di cuenta de que era “el doctor Roda”, que estaba interpretado a ese señor tan enigmático. Ya no era ese extravagante doctor que imitaba ese acento teutón medio siniestro, era ahora un fanático senderista que amenaza a la amenaza a la pobre madre de decirles que “era la oveja negra de la familia”…sino lo acompañaba a “una retirada hacia el monte”. También le dijo que si no le hacia caso, los militares la asesinarían a su familia e incluso violarían por ser cómplice de los terrucos. El diálogo estaba cargado de una violencia inusitada aquella pobre señora de mostrar “flaqueza burguesa” ante la revolución que incendiaría la pradera.
Luego pasó al siguiente acto, donde el disparejo dueto de reporteras llegó al pueblito. Mientras su frívola e inútil ayudante, creía que esto era una equivocación por haberlos mandado a una aldea desolada  y no a un lugar glamoroso como Cannes o Hollywood, para escribir una gran historia rosa. Mientras que la verdadera periodista indagaba sobre la naturaleza de los hechos encontró a un señor que cargaba un pesado saco de papas. Vestía con ojotas y su acento era motoso. Quiso hacerle algunas preguntas, pero como el oficio más interesante del universo…el hombre no tuvo interés en responder sus preguntas arguyendo que tenía mucho trabajo.

   

 Fue en ese momento, cuando llegó otro señor interpretado por mi amigo Crispín que se identificaba con su hermano y le decía cuanto lo extrañaba. Pero solo recibió muestras violentas de rechazo hacia el…al punto de agarrarse a golpes. Sorprendida la periodista por tamaño desmadre, trato de separarlos y saber cual era la razón, por la cual estaban peleando. Ellos se retiraron entre maldiciones y reproches. Adujo ella, que podía ser un a disputa familiar o algún tema relacionado con el terrorismo. Esto podía ser su gran oportunidad de hacer su gran historia.

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Trato de entablar una charla con el sufrido hombre y al igual que el anterior no quería hacer declaraciones y mantenía una actitud sumamente hostil diciendo palabrotas al igual que esas conversaciones que tenia con Esteban donde decíamos “N” groserías y era divertido. El pobre hombre, como si estuviera desahogándose con el alcohol empezó a contar su triste historia. La contaba, sin mirarle a ella, hablando consigo mismo y llorando  como un niño de cinco años. Su tragedia comenzó cuando conocieron a su tristemente célebre pariente, que militaba en las huestes de Sendero. Eso inicio una serie de acontecimientos que hizo que la familia se sepárese. Había un hondo sentimiento de culpa, por haber permitido que todo se pudiera irse a la mierda. A veces el llanto era tal que no se podía entender la periodista la historia y esta le pedía con desesperación con más claridad. Contó que fueron capturados por una patrulla militar y cometieron una serie de abusos contra él y su familia. Su querida hermana fue asesinada de manera cruel y lo obligaron a tener relaciones sexuales con su progenitora, lo cual le generó un traumo espantoso. Así explicaba el sufrido sujeto, porque tuvo que irse a vivir a la capital y hasta cambiarse de nombre para poder olvidar esa pesadilla que significó en su vida. Fue la parte más conmovedora de la obra y en la que los actores se lucieron con garra

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Luego de contar la penosa historia, había una sensación de que algo faltaba al relato para ser parte del reportaje. Le preguntaba por ciertos detalles de la historia pero el entrevistador parecía que el relato del pueblito con respecto al terrorismo hasta la saciedad, esto lo conocía gracias a su estadía en Lima y por eso se negaba a contarle con mayor precisión como sobrevivió a ese oscuro periodo de su vida. El reportaje fue un fracaso a la vista. Se pasa al siguiente acto, volvemos a la sala de redacción. Hay un momento de tensión muy agudo, llega a ser contagiante en todos los sentidos. Mirela estaba sumamente furiosa, por no haberle entregado el bendito informe que podría hacer que la revista esté en los primeros lugares. Deseaba estrangular con todas sus fuerzas a Betina, esa cucaracha por hacerle hígado su estómago. Ella empieza a defenderse y se inicia una feroz pelea verbal…pero ocurre algo extraordinario, la hermana que en el pasado fue sinónimo de sumisión y servilismo de naturaleza enfermiza ahora apoyaba a su enemiga. Por primera vez emitía su propia opinión, lo cual hizo desinflar la virulenta reacción de la jefa. Sorprendida y derrotada al mismo tiempo…recibió una llamada telefónica, diciendo estas monumentales palabras “Yo soy el centro de las noticias”

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 Luego de pasa al acto que servía de colofón, justo se emitieron una serie de filmaciones acerca de la violencia política de los ochenta. Una voz en off hablaba sobre ese periodo donde nuestra república realmente experimentó cuán doloroso es estar en las brasas del infierno, que Dante Alighieri describía con profundos y aterradores detalles en “La divina comedia”.   Sentí que mi pelo se erizaba, cuando podía retroceder a ese periodo nefasto de nuestra historia y pensar en lo afortunados de nosotros en vivir el presente. Los chicos si se pasaron en cuanto a creatividad y efectos de sonido, eran para quitarse el sombrero. Muchos de los actores dijeron en monólogo interior acerca de sus experiencias con el terrorismo: una perdió a su padre periodista en Uchuraccay, otra a su madre en un coche bomba y otro en una masacre donde participaron elementos castrenses. Era una manera de expirar sus culpas del pasado y seguir para adelante. La lección era dejar a los muertos descansar en paz.

 

Aplaudimos con fuerza el final, la verdadera estrella de la noche fue la pequeña con traje típica. A pesar de que no habló mucho…trasmitió un verdadero sentimiento al actuar. Parecía que si seguía por ese camino, podría estar a la altura de Marion Cotillard, una actriz francesa a la que admiro mucho, en el futuro. Los muchachos se consagraron con divino talento. Dijeron todos los actores “que nunca se vuelva a repetir” lo cual les dio un aire de santidad. Los aplausos se convirtieron en un solo puño que luchaba por una nueva patria. No importaba si el ambiente estaba hacinado, hacia calor, ni el sudor ni el cansancio por ser testigos de este gran acontecimiento. Ah, como me gustaría congelarlo el tiempo, donde pasaba el mejor momento de mi vida, alejándome de la mediocridad que acecha a la humanidad. Era mágico ese instante y que el paso del tiempo no destruiría. Llego la penosa hora de retirarme y volver a la realidad cotidiana que siempre odiado. Tuve que salir prácticamente a paso de tortuga, debido a la gran muchedumbre que se agolpaba en la salida. “La próxima vez, tendrán los muchachos buscar un local más grande. Ya que ha superado su capacidad”, pensaba mientras nos dirigíamos a la salida. El ambiente “parecía un sauna”, lo único que faltaba era que saliera vapor. Salimos al vestíbulo, donde se hallaban espectadores y miembros del elenco se mesclaban, se felicitaban, abrazaban, reían y se tomaban  fotos. Solo faltaba la prensa especializada de entretenimiento de los grandes medios, ellos merecían toda la atención del mundo…no como ciertos personajes que pululan los tabloides. Otra vez me enorgullecía de ellos. Cuando estreché la mano a Crispín, por su magnífico trabajo, detrás de mí había una cola de cientos de personas que querían felicitarlo. Se podía notar en el lugar, que éramos testigos de su ascendente carrera hacia el estrellato. Donde sería recordado por las generaciones venideras al igual que Sófocles, Calderón de la Barca, Manuel Ascenso Segura y Berthold Brecht. Su nombre estaría en las grandes constelaciones del teatro tarde o temprano.
Me retiré del teatro, con una felicidad en mi alma por ser partícipe de la historia de una gran colectividad como el elenco de teatro. La avenida Larco estaba desierto como el Sahara. Tuve que caminar una cuadra para llegar a tomar un bus.  Me hubiera gustado, hablar con algún conocido para entablar una gran conversación. Ya que al tener un diálogo exquisito: acortaba las distancias, hacia que el tiempo no existiese y el trascurrir del mundo se convirtiese en un absurdo. Como envidiaba regresar a mi casa, en medio de una conversación interesante que exploraba un amplio abanico de temas. Pensar en eso, me hacía echar de menos a Esteban, con quien alguna vez teníamos animadas conversaciones. Iría a las clases de la universidad y tendría que soportar los aburridos cursos y encontrarme con esa gente que a veces despreciaba por su mediocridad. El único consuelo era aferrarme al recuerdo y gozar de el, mientras mi cuerpo se marchitaba con el devenir de los años.

  

Lo único destacable de ese periodo, como estudiante, fue cuando en las clases de radio cuando nos encargaron a mis compañeros de trabajo hacer una radionovela. Para mi fue como una especie de bendición para poder explotar ese talento que lo tengo escondido para crear historias. Bueno nunca me ha gustado trabajar en grupo, ya que quita tiempo y creatividad. Eso lo supe el año pasado, cuando redactaba los guiones para el curso de televisión. Conformarme con relatos mediocres para no pelearme con mis  otros colegas involucrados en el proyecto. Pero era otra ocasión era diferente, quería plasmar una idea que me lo rechazaron en el pasado…por ser demasiado audaz. Se basaba en una película que había visto hacia unos meses que me fascinó al principio: se llamaba “El círculo de Acero”, que trataba de un ruso que vivía en la época de las purgas de Stalin y era sumamente entregado al gran líder que gobernaba el gran timonel que gobierna como un dios los destinos de la Unión soviética. No le importa arruinar su matrimonio al negarse a adoptar a una niña, hija de una pareja “enemigos del partido” recientemente arrestados. Con tal de seguir su deber con “el padre de los pueblos”. Posteriormente su pobre mujer se mataría por no haber adoptado a la pequeña…haciendo meditar a su marido por la pérdida.

   

 Decidí cambiar algunos aspectos de la historia: modificando los personajes, la trama y el contexto no estaría ubicado en la gélida Rusia. Sería una mezcla de escenarios, como la Argentina de Videla y la caída de la dictadura de Mubarak en Egipto para darle un realce más actual. También el final era diferente, cuando el tiránico régimen era derrocado violentamente por un golpe de estado. Era la combinación perfecta. Además transcurría en un país imaginario llamado “Marruélgica”. Los chicos pusieron lo mejor de si y realmente que contribuiría a la sociedad con mi obra. Se puso música clásica, la cual es mi favorita, para el trabajo haciéndole una sinfonía grandiosa. Si hubiera un concurso de los mejores trabajos radiales: seria el ganador indiscutible. Lamentablemente el material se perdió y simplemente volvió a mi cabeza.

 

 Llegaron las vacaciones, era un periodo maravilloso donde el ser humano es verdaderamente libre de sus ataduras con la sociedad. Era un hambre en que podía satisfacer mi gran hambre cultural y no tardaría en llegar. Fue a principios de julio, vi un anuncio en el diario que promocionaba una obra acerca de una sirena y una familia disfuncional en medio de una amenaza de tsunami. Tras leer la trama, quienes la iban a interpretar, pude convencer a mis padres y hermano de ir a la presentación que se daría en el palacio de la Exposición. En febrero, ya había visto en el mismo lugar una obra llamado “Astronautas”, donde participaba Pietro Sibila que actuó en la serie “Misterio”, la cual me gustaba mucho. Se trataba de la llegada de los primeros peruanos a la luna allá por 1968, un año antes de que los americanos pusieran pie en nuestro único satélite. El final me conmovió hasta los tuétanos y sentí un inmenso orgullo porque en la patria, la gente podía hacer tamaña de hacer materializar la obra novela de Julio Verne “De la tierra a la luna”.  A veces me pregunto si tal hecho ocurrió.


   


 Era de noche, cuando íbamos al teatro. Podía contemplar el parque, contiguo al palacio. Se asemejaba a las pinturas nocturnas de Van Gogh, remarcando los colores anaranjado-amarillento de los faroles de las calles. De día y de noche, el parque tenía vida propia. Me acuerdo de la tensa espera, por mis padres que buscaban un sitio para estacionar el carro. Pensé que no íbamos a llegar a tiempo y perderíamos el estreno. Mi hermano me dijo que estaba haciendo el ridículo…por estar nervioso. Al poco tiempo, llegaron mis padres y sentí alivio, mi plan estaba funcionando. Tuvimos la suerte de ubicarnos en el segundo piso, que tenía el nombre elegante de “Mezanine”. Era el escenario más grande y cómodo, que el teatro donde mis amigos hacían sus pininos. Me sentía, un astronauta de una nave espacial a punto de despegar. Pude ver desde arriba algunos famosos como Wendy Ramos, protagonista del programa “Pataclaun”. Dios mío, era un privilegio ver a esa gran constelación en el cielo. De repente las luces empezaron a apagarse, sentí que nos estábamos preparando para hacer un viaje a otra galaxia. Una voz en Off, nos advertía de que iba a comenzar la obra y no toleraría ninguna tardanza o alguna malacrianza: como tener el celular prendido. Se abrió el telón, el escenario era de una playa desierta y podía oírse el sonido de las olas. Se hallaba una familia, al parecer acomodada que disfrutaba el verano sin impórtales la advertencia de un inminente maremoto.

 

El grupo lo encabezaba “un páter familia”, borrachín y campechano. Seguido por su esposa, especialista en destacarse por su prioridad a detalles realmente insignificantes como: “¿Cual fue la foto más chevre de la fiesta…tal? Mas sus dos hijos tan disimiles entre si y una empleada, que era una especie de segunda madre para los chicos. Posteriormente se incorporaría, un importante socio del padre que daba la impresión que llegaría lejos en la empresa que ambos trabajaban. Lo cual producía resquemores en la relación padre-hijo. Su vástago lo detestaba…además lo odiaba aún mas por ser el amante de su madre. La obra presentaba en cierta medida: sus conflictos, problemas personales, anhelos, sueños o deseos de odio que mantenían ocultos. Fue en ese momento, cuando apareció el detonante del conflicto al llegar varada en la playa un ser fantástico que al parecer hablaba ininteligiblemente. Se trataba de una sirena, todos los presentes quedaron asombrados. Lo cual se inició una agria discusión acerca de la suerte de criatura. Unos querían sacarle provecho al convertirla en una atracción circense y otros decían en devolverle al mar para evitar problemas con la ley. 


 

La pelea era absurda…pero de una impresionante intensidad. Después la verdad salió a la luz al punto de llegar inclusive a la violencia. Parecía que el mundo iba estallar en llamas, en medio del paraíso. Fue en ese instante que decidieron devolver a la sirena al mar, lo cual hizo que una ola gigante se llevara a los jóvenes al fondo del mar. Hay una especie de monólogo interior que habla como una especie de epílogo, la suerte de los personajes y como uno de ellos cree tener una conexión con la sirena, incluso saber sus pensamientos. Tras terminar la obra, en medio de aplausos, regresamos a casa. En la cena hicimos comentarios sobre la moraleja de lo que vimos en el teatro y sobre la ética de los  personajes. Mi madre resalta, a veces cayendo pesado, ese gusto por la rectitud a veces ingenua, que debía tener todos los dramas teatrales. La charla fue tan interesante que hizo retumbar el comedor. Siento que me lleno de vida, cuando debatimos de temas de importancia como el arte y política.
Mis vacaciones pasaron volando, como un tren bala japonés. A veces tenía la sensación de que no había ocurrido lo que está pasando con mi existencia en la tierra. Temo tanto al paso del tiempo, que siento que la vida se desvanece en un parpadeo y viviendo en una ficción. Encerrado en el cuerpo de un simple mortal, que me impide descubrir la realidad tal como es. Comenzó un nuevo ciclo de la universidad, supe que sería la última vez de estar con mis amigos. Nos separaríamos por el asunto de las especializaciones de la carrera, que íbamos a salir profesionales. Sabía que iba a pasar, ya no vería a los compañeros, que durante tres años compartimos tantas cosas juntas, lleno de recuerdos que no cabrían en una enciclopedia o blog. Me convertiría en el hombre más solitario del mundo, cuando tuviera que despedirme de ellos al acabar el ciclo. La soledad me ha acompañado y a veces es parte de mí ser. Nos tocaba ahora en el sótano en la facultad, en el pasado había muy pocas veces a ese lugar, siempre nos tocaban las aulas de del primer piso. Aquella representaba esa mutación que estábamos viviendo en nuestras vidas. Lo bueno y lo malo de esta gran transformación: es que podía ver con frecuencia con Esteban y conversar con él, aunque fuera por breve tiempo. Pero tendría que soportar la presencia de ese tipo, al cual he mencionado, el que aborrezco con todas las fuerzas de mi alma. Era como estar en el cielo y el infierno. Pero no todo era incertidumbre en este nuevo ciclo. Ya que contábamos con la presencia de una nueva profesora Valentina Vallejos, a quien adoraba hasta la médula. Su nueva materia, política y economía internacional. La docente, era columnista del diario El Comercio, cuyos artículos leía con avidez. Era muy diferente a la persona que aparecía en la foto de la columna periodística. Desde el primer momento supe que nos íbamos a llevar muy bien. En el curso hacíamos debates, de los cuales sin querer ufanarme “me comía” a mis rivales. Veíamos documentales o películas, sobretodo un filme que hablaba acerca de un dramaturgo espiado en la Alemania Oriental. Nos mandaba lecturas que hablan del porque nuestro planeta gira al revés. Salvo por la presencia de ese antipático…el curso era felicidad pura. Al contrario de investigación de mercado, donde era un martirio para mí. Siempre estuve “En la cuerda floja”, no creí que iba a sobrevivir a ese can cerbero que representaba ese jodido curso. Incluso en un arranque desesperación…le dije a mi profesora, una gorda antipática, que no tenía futuro en su materia. Para mi fue quitarme un peso encima.
El tiempo transcurrió en medio, trabajos agotadores y exámenes que no te dejaban dormir. Cuando llegó el mes morado. No sé como me enteré, si fue a través de las redes sociales o por un afiche que hablaba sobre las próximas audiciones para ser parte del elenco de teatro. En este relato ha tenido una larga e intensa introducción para que puedan entender esta historia. Sin pensarlo dos veces, me inscribí a la audición. Sentí que ya había llegado el momento de gloria en la historia, como rezaba la marsellesa. La primera parte de la audición, fue en una tarde soleada de un sábado de octubre. Iba a ser el evento a las tres y llegue dos horas antes. Aproveche para tragar comida chatarra y tratar de pasarme los niveles de Half Life, en un internet cerca de la universidad. Era uno de mis vídeojuegos favoritos, donde la vida pendía de un hilo. Calculaba el tiempo, al revisar mi celular. Me hubiera gustado seguir enviciándome, matando monstruos…pero tenía un asunto sagrado que cumplir. Llegue al lugar acordado, era el sótano de la facultad. Vi una larga cola, no me imagine que la convocatoria tuviera tanta acogida. Apenas se inscribían los participantes, se les tomaban fotos como si fueran hacer la ficha policiaca de los delincuentes. El proceso era caótico por la enorme cantidad de postulantes y el tiempo tan escaso.
Aproveché para saludar a Crispín y ver si me encontraba con algún conocido en la lista y no sentirme un bicho raro. Pude entrar en el aula y observé a una multitud de chiquillos: alguno de ellos parados otros sentados. Pude por fin hallar a un conocido: se trataba de Marco Aurelio Solano. Un chico que había conocido en esos primeros días de nuestra carrera universitaria. Tenía el aspecto de un adolecente lampiño, su contextura era delgada y tenía una expresión de inocencia. Su cabello, una mezcla de rubio y castaño, tenía la forma de un palo de escoba. Una vez me contó Esteban, que se asemejaba a un participante de un Reality Show estadounidense que ganó el polémico concurso y ahora estaba preso. Adoraba los deportes extremos y tenía una actitud tipo buena onda. Al verme sintió una inmensa alegría, hacia siglos que no nos veíamos. Estaba en el turno noche y se había retrasado un ciclo, por esas razones no podía verlo con frecuencia. Reencontrarme con él, fue como volver a esos primeros tiempos donde era todo maravilloso asombro de la novedad de estar en la universidad. Pude observar que los miembros más resaltantes del elenco estaban al frente y parecían un grupo de generales listos para comandar a sus tropas.
De repente una voz autoritaria, como venido de una poderosa divinidad, nos pidió que guardáramos silencio. Nos iban a decir un mensaje importante. Sentí que la suerte estaba echada y suspiré para calmar la tensión. Provenía de una chica menuda, con lentes más grandes que su cabeza, pero con un carácter enérgico. Empezó a hablarnos de cómo sería la audición, el proceso de selección de los nuevos integrantes, como nos calificaría y las reglas del juego. Se asemejaba a una instrucción militar, donde los reclutas se enfrentarían a una serie de pruebas donde solo unos lograrían pasar. Con tamaña bienvenida, supe que el proceso no iba a ser fácil. Rogaba en mi mente a la providencia de me trajera suerte en este “batalla histórica”. Tuvimos que quitarnos los abrigos y demás pertenencias, ya que tendríamos que hacer bastante movimiento. Fantaseaba con la idea de que nos ordenaran desnudarnos. Como si fuéramos cobayas de un experimento propio de un científico loco. Esa posibilidad inclusive no me parecía descabellada.
Quería saber nuestros reflejos, comenzaron con una serie de ejercicios donde cada segundo era valioso. No sabía si lo había hecho bien o mal lo que ordenaban. Perdí el sentido del espacio y tiempo. Me comportaba como un autómata, jadeaba con cada orden que me daban era un desafío para mi cuerpo, poco presto para estas actividades. Parecía que nunca iban a terminar, mirar el reloj me haría  ridículo. Ya que no sabía cuanto tiempo duraría esta verdadera prueba de fe. Hacíamos sentadillas, caminábamos en círculos…inclusive nos la ingeniábamos para hacer figuras humanas de cualquier cosa que nos ordenaran: ya sean relojes suizos, sillas, carros y animales. Sentí la arbitrariedad en su más pura esencia. Luego ordenaron a los presentes, una nueva fase de la audición. Querían ver cuanto histrionismo podíamos generar y ganar puntos a nuestro favor. Era como jugar Tetrix o Gumbound. Nos pedían que formáramos grupos de a tres para realizar actuaciones improvisadas. La improvisación siempre me ha gustado, ya que me pone constantemente a prueba. Lo único que deseaba, es que no me dieran un rol difícil de interpretar o que tuviera un cariz restringido. Deseaba hacer el papel de un general golpista de una república bananera, tipo Odría, Trujillo o Sánchez Cerro, que sueña con llegar al poder a punta de bayonetas. También hacer de un proxeneta, ofreciéndoles “el mejor polvo” para los desamparados parroquianos. Todos estos papeles me caerían como anillo al dedo. Siempre me han gustado los personajes de corte siniestro y de dudosa moralidad. Los villanos, son los mejores personajes de las grandes historias. Pueden hacer cosas que otros no pueden e interpretarlos es un privilegio. Esperaba con ansias esa orden que era venida del cielo, para descargar mi vena artística.

 

Veía a los chicos como actuaban, no estaba nada mal. De vez en cuando “Los maestros rectores”, así les apodaba a los miembros más importantes del elenco, corregían o pedían que hablaran más fuerte a los que improvisaban. No tardó mucho para que me tocara hacer lo que mejor sabía. Ser uno mismo en el cuerpo de otro. Me ordenaron que hiciera el rol de Donjuán, el único personaje que se me ocurrió improvisar era Tony Montana. Aquel narco cubano que tenía una extravagante mansión en Miami, de carácter arribista, aires de dandi y consumía cocaína como mierda.  Tuve que cambiar mi voz y darle un toque más agudo para darle mayor realce. Esos cortos minutos de improvisación se volvieron una eternidad. Al cortejaba como “Casanova moderno”, a dos chicas que se asemejaban a las gordas de Botero. Ninguna creía que yo era millonario y que solo era un embaucador. Nadie notaba mi tensión. Parecía que mi actuación les había gustado a los “maestros rectores”, sobretodo el uso de mi voz para mi personaje. Pude ver la expresión de satisfacción de Crispín, en su mirada fijada en mí. Supe que mis chances de salir triunfante se multiplicaban por cien. Después siguieron pasando otros improvisadores y los observaba con atención. Queríamos ver como conmovían al público que éramos nosotros. Algunas presentaciones me causaban gracia y otras lamentablemente aburrimiento.
Terminado esto, empezaron a repartir una serie de papeles. Nos dijeron que el próximo sábado, tendríamos que interpretar de memoria y representarlo como quisiéramos. Le di una ojeada al texto, para ver de que se trataba la lectura: eran los recuerdos de un señor, que hablaba de un suceso en su niñez y lo marcó para siempre. Tenía un estilo dickesiano, ya que involucraba a un niño pobre que pedía una caridad, al una canción lastimera, a los padres del que narraba la historia en primera persona.  El desafío era formidable, por eso tendría una semana para prepararme. Tenerla en mis manos, era como una especie de premio por mi esfuerzo de venir acá. Seguí leyendo el texto, mientras regresaba a casa en el bus. Trataba de memorizarlo mentalmente, cada párrafo del texto. Era una manera de soportar el tedio del lento viaje, en medio de los bocinazos, la música estridente y la monotonía. Cuando llegué a mi casa, ya eran las ocho de la noche, conté a mis padres con una energía imparable como había transcurrido la audición y sobre el próximo sábado, donde tendría que dar una impresionante clase de dicción acerca de la lectura. Ellos manifestaron cierta alegría por mi vida, sobretodo mi madre que siempre le gusto el teatro. Les dije con voz triunfante de que practicaría todos los días el texto, hasta que me salieran gallos en la garganta o quedarme afónico en el peor de los casos. Sentía que el mundo contenía el aliento contenía el aliento, ante mi decisión irresoluta. Ella siempre me ha dado confianza, sobretodo cuando tenía que dar examen del difícil curso de biología. Era la persona más indicada, para que me ayudara en la prueba. Cuando me fui a la cama, sentí por primera vez en mi vida tenía un propósito y rompía lo rutinario.
Al día siguiente, que era domingo, empecé a leer el texto y memorizarlo de manera rápida, para practicar la dicción más la correcta entonación. Pero realmente era una tarea frustrante: me olvidaba los fragmentos más importantes, vocalizaba mal o me trataba en las oraciones. Decía groserías o daba vueltas en círculo en mi habitación. Me avergonzaba por no lograrlo. No me imaginaba, como los actores de las grandes obras de Moliere y Shakespeare podrían memorizarse esos versos tan largos lleno de exquisiteces verbales. Entonces era ridículo por sentirme un elefante que no puede aplastar a una miserable cucaracha. Era tan agotadora esta batalla absurda que no quería continuar y me dedicaba a otras cosas como leer el diario y enterarme de la evolución de las elecciones presidenciales en EEUU. Se asemejaba la tortura de estudiar un examen que era difícil y las probabilidades prácticamente son mínimas. Me consolaba, diciéndome en mi yo interior de que no se aprende un texto de memoria como impulsado por un pensamiento mágico. Tendré que aprenderlo a punta de “sangre, sudor y lágrimas”, no hay alternativas para estas cosas. Ya era el atardecer el domingo, miraba por la ventana como el sol se extinguía. Los atardeceres al verlos, me provocan una melancolía entre dulce y trágica, por acercarse poco a poco el fin de la existencia. Por un lado moría mi libertad condicional al acabarse el fin de semana. Pensar en los lunes me entristece enormemente…ah ese sentimiento lo llevo desde el colegio y aún no puedo superarlo. Pero no iba a sufrir por el día siguiente, sino que sería el inicio de una nueva era. Tenía un nuevo plan para mi interpretación de la lectura, saliera brillante como un zafiro.
Era la tarde del lunes, ya había culminado las clases. Me encontraba en el tercer piso del edificio de talleres. Esperaba que la encargada: una mujer agraciada, de finos lentes, pelo ondulado, sonrisa perfecta y un poco mayor que nosotros. Nos diera luz verde para poder entrar en la sala de Prootools, un programa para grabar y editar contenidos. Unas semanas antes, tuve que aprenderlo a marchas forzadas para aprobar una prueba del curso a cargo de un profesor recontra antipático, no era como el anterior del ciclo pasado. En la cabina me preparé para la lectura, hacia unos cuarenta minutos antes había hecho un par de copias mi texto para que no se perdiera. Además tenía mi puerto USB con muchas canciones en diferentes idiomas, melodías, himnos, marchas militares y  cantatas entre otros sonidos característicos. Iba a crear una maravilla al igual que las nueve sinfonías que construyó Beethoven a lo largo de su vida. Tras prender los botones para la grabación, me puse los audífonos para escucharme y empecé a leer el texto. Lo hacia de manera segura, dándole ritmo y entonándolo con mi extraño dejo extranjero. Me sentía feliz en el minúsculo espacio. Terminado el proceso, empecé con la música de fondo. Fue bastante tedioso y complicado, sobretodo armonizar con las palabras. Recortar, alinear y ponerle efectos de sonido para hacerlo más agudo o grave era una tarea bastante complicada. Pero  hacerlo, me hacía mas feliz que estudiar las materias. Ya que era amo y señor de mi destino. Eso hace que mi vida realmente tenga sentido y el futuro se llene de esperanzas. Fue la hora más feliz, una ocasión así es irrepetible.
Tras terminar mi labor, regresé a mi casa. Estaba muy contento por haber logrado crear una obra maestra. Mi felicidad era tal…que ya no me importaba el tráfico, el tiempo perdido, las faltas graves que se producen en las pistas, el humo ni las bocinas de los autos. Al llegar a mi casa, presa del cansancio y el hombre me dirigí a la mesa. Además no había nadie, creciendo más mi placidez. Devoré la comida que ya me la tenía preparada ya que sabía que llegaba muy tarde a la casa. Tuve realmente una sensación de placer, cuando probé bocado. No me acuerdo de que se trataba lo que comí…pero su sabor era único. Necesitaba recuperar esas energías que uno tiene que gastar cuando está muy ocupado. Mientras comía, vi la televisión. Daban el noticiero y ninguna noticia me llamaba la atención. Casi todas las notas eran de cosas triviales y muy pocas acerca de algún asunto que podría ser vital para cambiar la historia del mundo: El asesinato de un presidente, un atentado, el estallido de una guerra, la caída de alguna bolsa de valores o el fin de alguna monarquía de algún país exótico. Esperaba con ansias y si ocurría nunca me quedaba satisfecho. Tal vez mi obsesión con la historia, era como una maldición que me impediría sentirme igual a los simples mortales y  llevándome sufrir el resto de mi existencia por ello. Lo único que realmente me entretenía de ver la televisión era hacer zapping y encontrar algo interesante. Terminado la comida, me dirigí a mi cuarto. Ese pequeño sitio, era el único sitio donde realmente me sentía libre. Era mi país inventado. Me eche a la cama, mi espalda parecía que se liberaba de un yugo cruel. Prendí la radio y escuché música de los ochenta. Desde que cumplí los dieciocho años, al volverme fans de Oxígeno sentí que una voz me decía que iba por el camino correcto. Tras el descanso, parecía que había durado una eternidad. Prendí el ordenador y puse mi puerto USB para ver como había quedado la grabación. Observé el aparato como si fuera un objeto sagrado. Escuchar la grabación, me puse en una especie de estado de trance. Parecía que la voz no era mía…sino de otra persona. Más que un ejercicio para entrenar la dicción, era la consagración de una pieza musical refinada. La sinfonía trasmitía sentimiento genuino. Me sentía orgulloso no de mi mismo, sino el alma de un genio que vivía en el cuerpo de un miserable mortal. Tras escucharlo, me fui a la cama con una sonrisa en mis labios. Ganaba una batalla más y podía continuar con mi vida.
El resto de la semana, practicaba mi texto en el cuarto piso de mi casa. El sitio estaba siendo remodelado y aprovechaba la noche, donde no había nadie que pudiese perturbar mi recitación. En días soleados, era una especie de mirador para contemplar el monstruo que se había convertido Lima. Podía verse al mismo tiempo el cerro San Cristóbal, los edificios del Centro y la isla San Lorenzo. Dos puntos de la ciudad, que a simple vista parecía que estaban conectados entre si. Libre de cualquier interrupción, empecé a declamar. Parecía más un poeta que un aspirante a actor. Cuando recitaba mi texto, sin ningún problema era una victoria. No me importaba si me tropezaba con los materiales de construcción desperdigados por el suelo. Ni parecer orate, cuando aparentaba hablar solo. Ni la falta de luz para poder concentrarme. Mi garganta estaba cansada, después de tanto hablar y repetir la misma frase. Hacia pausas para descansar, veía las luces anaranjadas de la urbe. Me sentía feliz de ver esa constelación de luces, parecía que me daban una energía brutal para seguir continuando. Bajaba al tercer piso y pedía a mi madre que me tomara la lección, como si estuviera preparándome para mi examen biología. Era como volver a mis tiempos de secundaria. En el resto de la semana, me la pase practicando hasta que se volvió una conversación cotidiana.
Llego el día sábado, el momento que tanto estaba esperando y temía. Decidí usar un traje especial para mi actuación. Decidí vestirme, utilizando un traje azul al cubrirme todo el cuerpo, que se asemejaba a un uniforme de obrero metalúrgico o militar. Siempre me han gustado los trajes marciales y también ensayé los pasos que imitaba al desfile de un paracaidista de la segunda guerra mundial. Quería mostrar el recuerdo de un soldado, cuando era niño. Siempre me ha fascinado interpretar a militares, son personajes ricos y complejos por su predisposición a matar, lo cual lo hacen únicos. Esta vez, mostraría una faceta diferente con esa declamación que conmovería al mundo. Y si ni no le elegía, mi felicidad era completa al participar en un hecho que lo contaría a las generaciones venideras. Tras almorzar y descansar, me encaminé al paradero que se encontraba en la avenida Bolívar. Trataba de ocultar mi nerviosismo en las piernas y mis pensamientos de que cometiera algún error ante “los maestros rectores”, cuando hiciera la audición. Veía como avanzaban los vehículos, alguno llenos hasta reventar y otros simplemente llenos. Contemplaba el condominio feo, donde alguno de mis amigos del colegio viven o vivían. Llego un autobús mas o menos vacíos, por lo menos viajaría como un verdadero ser humano y una sardina que esta enlatada.  Eso me hacía feliz. El transcurrir del viaje, no hubo mucho que trascender hasta que llegue a la universidad. Como dice mi madre “Si sabes que vas a ganar, entonces vas a triunfar”. Cuando vi el frontis de la universidad, a través de la ventana del carro. Se me hizo una sonrisa de satisfacción.
Entré a la universidad con aires triunfales, recorrí el patio con prisa. Recuerdo que era un sábado soleado y hacía una brisa suave. Parecía que el clima, inclusive quería que yo triunfara. Bajé al sótano de la facultad, cuando llegué vi un universo de gente disfrazada desde lo más convencional hasta los estrafalarios. Vi a chicos y chicas, con trajes de marineritos, otros como hadas madrinas, algunos con ternos e inclusive mendigos moribundos, tenían una autenticidad que podían hacerse pasar fácilmente como personas menesterosas. Alguno de ellos le quedaba genial y otros no les quedaba muy bien. Parecía más un carnaval de disfraces que una audición de teatro. El ambiente era de camaradería y confraternidad, parecido a una fiesta. Lo único que faltaba era alcohol y música estridente. Vi alguno de los aspirantes practicar sus libretos y de repente me entró el bichito de hacer el ensayo de último minuto. Busqué un pasillo medio oscuro y solitario para evitar que ocurriera algún percance. Sentí que volvía al principio, cuando lo practicaba de nuevo. En mi interior, la desesperación quería apoderarse de mí ante esta repentina falta de memoria. Siempre ocurren ocas inesperadas. Entretanto vi a mi amigo Marco Aurelio, estaba vestido como si fuera la reencarnación peruana de James Dean, tenía su casaca de motociclista, su polo blanco y unos jeans azules. Nos saludamos efusivamente y compartimos nuestras preocupaciones por lo que pasaría al entrar a esa sala donde se decidiría nuestro destino. Él lo veía más intranquilo que yo, se reflejaba en su rostro, en sus gestos y en el tono de su voz. Siempre se caracterizó por tener un carácter asustadizo, sobretodo con la presencia de una profesora que le apodaba “Mortisia”, por tener una larga cabellera negra que le daba un aspecto siniestro. Mientras que disimulaba mi temor al fracaso de manera teatral.
Vimos la cola de aspirantes, todos vestidos con sus trajes. Alguno de ellos manifestaban nerviosismo al santiguarse, seguir parloteando sus líneas o caminar en círculos. Entraban al aula, como si fueran a ingresar en la cueva del dragón escupe fuego.       Quería fumar algún cigarrillo, no me importaba lo que dijera la gente si los jodía con mi humo e incluso me mecharía con alguno, simplemente para entretenerme. Sería como las películas alemanas de la segunda guerra mundial, donde los soldados fuman antes de ir al campo de batalla a sabiendas de que no saldrían vivos de la misma. La fila avanzaba tan lento…que parecía una procesión fúnebre con geste vestida de carnaval. Creí que nunca terminaría y me estaba aburriendo de lo lindo. No recuerdo si había chicas atractivas por el lugar y echarle ojo, si usaba algún traje “realmente creativo”. Pero miraba sin ninguna emoción las caras de los asistentes, las paredes blancas, las puertas que se abrían y cerraban. A veces me colaba, para ver a través de la ventana por unos instantes, como desarrollaban sus interpretaciones de la lectura. Pude ver a uno creo de cabello negro crespo, vestido como pordiosero y andaba descalzo. Rogaba en mi interior a la providencia de que nada, cada vez que avanzábamos, que no la malograra en alguna parte de mi declamación. En eso dependía mi vida, de cierta forma. Ya no me importaba el tiempo ni el espacio, solo leer en mi mente y darle la correcta entonación un texto tan sencillo como complejo al mismo tiempo. Me hacía recordar la época del colegio, donde los alumnos debían saberse de memoria un texto y ser los chicos de mamá. Marco Aurelio, ingresó a la sala, di una palmadita en su hombro y le desee toda la suerte del mundo. Su cara mostraba una actitud de un chico, que quiere compasión. No faltaría tiempo para que llegara mi turno y di un largo suspiro.
El momento que había esperado y temido llegó. Tras salir un aspirante, entré a la cueva del dragón. Vi un aula sin sillas, solamente un escenario vacio, donde yo lucharía solo contra el mundo. Di una rápida mirada a los “maestros rectores, uno de ellos de contextura delgada, tenía un cariz muy severo. Se notaba que era el juez más severo, del grupo de evaluadores. También se encontraba una muchacha entre ellos, creo que su cabello era pelirrojo. Pude ver a Crispín, él si mostró un trato más efusivo conmigo. Nos intercambiamos saludos y hasta me llamó por “Tony Montana”. Aquel gesto me dio confianza para iniciar lo que tanto esfuerzo, dedicación y obsesión para lograr mi cometido. Mi primer paso que haría mi interpretación algo único, fue hacer “la marcha militar del ganso”. Hice retumbar la sala, con el paso de los tambores imaginarios que tocaban una especie de fanfarria castrense. Esos cinco pasos que di, me parecieron eternos. Luego volteé a la derecha, era el momento clave donde tendría que dar todo de si para impresionar a los maestros rectores, especialmente al ser el único aspirante en usar un traje completamente azul. Parecía un paracaidista listo para saltar de mi avión. Me pare y con rigidez, para dar una imagen de control absoluto sobre mis emociones.  Empecé mi recitación, dándole un tono enérgico. Lo decía con una convicción religiosa, palabra por palabra. Cuidaba cada detalle de mi declamación, para que nada saliera mal. Gesticulaba con exageración, pero era para darle  un tono más vivo. Miraba a los ojos de los miembros del jurado, estaban con una seriedad que daba miedo. Parecía que sus rostros denotaban un carácter enigmático, imposible de interpretar. No sabía si aprobaban mi actuación o era considerado el fiasco del año.  Terminé y di un largo suspiro, que duró una eternidad.
El hombre flaco de rostro circunspecto, se acercó hacia mí. Su presencia, causaba temor. Me hacía recordar a los concursos de canto estilo “Reality shows”, donde los participantes están al borde de un ataque de nervios por saber si alguien va a capilla o se queda. Pero su manera de hablar era calmada y tenía un cierto tono de confianza. Ello aflojó la tensión, que imperaba en la sala. Crispín me miraba atentamente. Hubiera preferido que él fuera que calificara mi actuación, para que pudiera entrar con más facilidad al elenco de teatro. Yo le hacía un guiño, un gesto de agradecimiento. “El maestro rector”,  empezó a mostrar su balance de mi actuación. Me hacía al principio algunas preguntas sobre mí, donde vivía o cuales eran mis hobbies. Parecía que era su estilo, antes de comenzar a decir a los aspirantes si estaban calificados para ser un nuevo miembro del grupo teatral. Era idéntico a la selección de los comandos terroristas para una misión suicida. Es una comparación exagerada, pero a mi me gusta la exageración. El juez, me dijo que la tonalidad de mi voz era excelente y lo hablaba con sinceridad. No era un truco psicológico para bajar la guardia. Un punto a favor, decía en mi mente. Luego su voz, puso un tono más apagado. Me dio una palmada en mi hombro y empezó a decirme los puntos flancos de mi declamación. Me parecía que el señor, actuaba como un padre reprochando dulcemente a su hijo que ha cometido una malcriadez. Contaba que mis gestos eran superfluos y denotaban un histrionismo artificial. Porque la actuación: es hacer creer que no estás actuando, sino eres parte de la realidad que encarnas en el papel. Su enseñanza fue realmente inspiradora. También me dijo que yo decía palabra por palabra como robot y no la frase completa ni de manera real. Incluso dijo una frase como ejemplo para ilustrarme de la situación. Supe en mi interior, que memorizar no bastaba para conseguirlo. Ante su juicio, yo daba respuestas sumamente monosilábicas cuando me hablaba. Siempre dándole la razón al “maestro rector”. Parecía que estaba satisfecho con mi actuación…pero faltaba algo para entrar en ese universo de futuras luminarias de la actuación. No sentí que fracasaba, sino era una batalla más para ganar la guerra. Me dijeron al final, que los resultados de la audición en el facebook se verían en un par de días. Allí podría ver el resultado de mi trabajo.  No quería pensar todavía en ello. Estaba en un estado de trance.
Cuando terminó su plática, esos doce minutos en el aula me parecieron una eternidad. Salí y me encontré con Marco Aurelio, conversamos un rato acerca de cómo habían salido nuestras actuaciones. Ya estábamos aliviados, luego de la tensa espera. Dijimos que nos preocupaba tanto el resultado…lo importante era participar y dar lo mejor de nosotros. Todavía no llegaba el ocaso, cuando me despedí de mi amigo. Veía a los aspirantes que todavía hacían su cola para la audición con sus disfraces peculiares.  Caminé hasta el paradero, sentía cierto orgullo por haber participado, parecía que había sido por unos instantes un protagonista de la historia.  En mi alma, sentí una felicidad, fuera de toda la lógica humana. Por lo menos no moriré en la mediocridad, como la mayoría de las personas. Estaba por dar el primer paso, para construir una nueva era que transformaría el universo. Estos pensamientos de mi cabeza, parecían delirantes por tamaño mesianismo. Creo que leer mucho la biografía de los personajes de la historia, me hacía pensar que estaba predestinado a la grandeza.
Llegue a caso, creo que a las siete de la noche. Me encontraba exhausto pero feliz. Vi a mis padres comiendo en la sala, parecía una escena repetida de la anterior semana. Los salude a cierta distancia, como si advirtiera peligro. Me senté en el sofá y di un largo suspiro. Parecía que había viajado a una tierra lejana y estaba agotado a morir. No tenía mucha hambre y no me acerqué a la mesa. Mi padre, especialmente me invitaba a cenar. Con cierto cansancio, me dirigí allá. Les conté de mi aventura y como había hecho mi declamación. Parecían que estaban contentos, por haber participado en ese concurso. Fue una conversación satisfactoria. Era un signo de que las cosas “iban viento en popa”. Luego me fui a dormir, con  una sonrisa en los labios. Unos días, como me habían prometido, decidí ver como andaba la cuestión del selección de los participantes. Nunca había estado tan nervioso, las únicas ocasiones de que realmente tuviera miedo a estar en la computadora: era la temida entrega de notas de fin de ciclo. Empecé a ver si tenía reales posibilidades de éxito, recordando las sabias palabras del “maestro rector”. Tenía algunos puntos  débiles mi declamación…pero aún así tenia la intuición que la diosa fortuna estaría de mi lado. Justo pude ver en mi muro, que habían colocado la lista de quienes habían logrado ingresar: eran cinco los que superaron la prueba de fuego. Aquello me hizo recordar esos tiempos de cachimbo, cuando rogaba a la providencia de poder salir airoso del examen de admisión. Pude ver que la lista la encabezaba mi amigo Marco Aurelio, era un triunfo compartido. Seguí revisando y encontré mi nombre al final. Al verlo, me agarré las manos por lograr lo que siempre he anhelado. Era el cumplimiento de un bello sueño. Era tanta mi felicidad…que me impedía gritar de alegría. Respiré agitadamente y para calmarme, salí de mi casa para comprar una lata de cerveza. Al día siguiente, me encontraba en el patio de la universidad. Era un día nublado y vi a Esteban, sentado en una de las bancas. Su frondosa cabellera rubia, era lo único colorido en ese ambiente gris. Desde el año pasado, siempre lo veía revisando su ordenador personal y vivía absorto con el bendito aparato. Ya parecía ser su mujer, una especie de sustituta electrónica de Paz. Pensé en ella, últimamente mi amigo ya no hablaba de su chica. Tal vez un enfriamiento de la relación, un distanciamiento o quizás el estrés universitario. Llegué a la banca, donde se sentaba y lo salude. Volteó la mirada, sus ojos celeste tan puros como las aguas del mar Caribe se habían convertido en una fuente de sangre fresca. Me apeno verlo en ese estado, tenía la pinta de un drogadicto incurable. Lo saludé de manera efusiva, como en los viejos tiempos. Me devolvió el saludo con un gesto cansado y empezamos a conversar.