Para Cristian, el eterno camaleón
Amo el teatro, una parte de mi alma esta íntimamente
conectada a el. Desde que era un niño, siempre me ha fascinado con sus
maravillosos encantos. Bueno les contare una historia relacionado con el amor
que le tengo a este arte de declamar y dejar de ser uno para ser otro. Lo deseo
contar para que el paso del tiempo no lo borre de mi memoria. Pero antes les
contare una breve introducción a modo de entender los acontecimientos. Yo
provengo de una familia de artistas potenciales, que siempre han tenido un
talento escondido o de manera artesanal es decir solo para nosotros. Crecí
escuchando los relatos de mis padres con los ojos bien abiertos cuando eran
jóvenes, con cierto idealismo, unos cuantos centavos, pocas obligaciones y un
amor desinteresado por el arte. Hacían teatro en los pueblos jóvenes emergentes
de la periferia por los cada vez más lejanos años 70. En alguna de esas
representaciones mi madre hacia un clásico papel de patrona abusiva y mi padre
de “un recién llegado a la ciudad” que tenia que enfrentar los desafíos de su
nuevo habitad. Parte de ello, cantaban y bailaban en los festivales
vernaculares realizados en Ñaña. Me contaban que la travesía hacia esa zona
periférica era “homérica”. Ya que viajaban en un carro apiñado, destartalado y
los pasajeros inclusive pisaban el aire. Por ese heroísmo insólito me llenaba
un orgullo por ellos. Oír esas anécdotas, digno de una película de Fellini me
llevaron a gustarme todo lo relacionado con el teatro. La primera vez que pise
un escenario fue al interpretar al prócer trágico Francisco de Zela cuando
estudiaba en “El Santa Teresa de Courdec” la primaria. Lo único que hacia era escribir con una pluma
y ser arrestado por un oficial de la corona española…bueno con algo se
comienza. Pero lo bueno empezó cuando me traslade a un colegio, cerca de mi
casa. Por el aniversario de nuestro
plantel educativo, hacíamos unas grandes coreografías dignas de Broadway donde
se mezclaban la música y la danza más unos disfraces muy creativos. Pero lo que
mas recuerdo es hacer junto a mi amigo Carlos el papel de unos “respetables
ingleses” que le vendían opio a un pobre chino en una obra que representaba los
males que la revolución chino combatía. El resto que puedo contar solo fue
bailar danzas complicadas y sencillas al mismo tiempo.
Pero fue cuando termine la secundaria y comencé la
universidad mi gusto por el teatro se ha ido acrecentando. Y es donde comienza
nuestro relato lleno de coincidencias muy interesantes cuando conocí a un chico, un adolescente de cabello castaño
tirando para rubio y unos ojos celestes penetrantes, que compartíamos nuestra
afición al teatro se llamaba Esteban Bouchard, mezcla de antepasados franceses
e italianos. Ello simbolizaba esos primeros tiempos de nuestra amistad llenos
de admiración, fascinación y novedad. Con el tiempo se iría diluyendo y me
duele pensar como esa bonita relación se fue a la mierda…en parte culpa mía y
me odio a mi mismo por haberlo permitido. Tenía un carácter genial,
extrovertido y un poco irreverente. Sus palabras me daban una impresionante
vitalidad y gozaba de su conversación. Había tenido el privilegio de conocer al
“rey de la comedia peruana” Carlos Álvarez, cuyo programa cómico “El especial
del humor” que parodiaba a la política y farándula peruana con una excelente
creatividad causaban una verdadera catarata de carcajadas. Esa cercanía que
tuve le daba un aura de respeto hacia su figura llena de futuro con la
actuación. Pero mientras toda era “paz y amor”, continuábamos intercambiando
comentarios de las obras que habíamos visto. Recuerdo que una esas
conversaciones llenas de vida, donde fluían un montón de temas interesantes
desde “la vida exagerada de nuestros futbolistas hasta como ubicar en el mapa
los extraños países de Europa del este”. Tocamos el tema de una comedia llamada
“Esta obra es un desastre”, a la cual la habíamos visto la misma obra sin
percatarnos de ello. Esa coincidencia fue uno de los mejores diálogos que he
tenido con el.
Teníamos otro gran amigo que también le interesaba el teatro.
Su nombre era Crispín Meza, un joven alto, de cuerpo fornido, rostro agradable e
hijo de esas grandes migraciones de la provincia que cambiaron para siempre el
rostro de la capital. Nunca tuve el privilegio de sentarme junto a el en alguna
aula y compartir experiencias. A veces me pregunto que hubiera pasado si la
primera persona que conocí en la universidad fuera Crispín y no Esteban cuya
relación me traería pesares en el futuro. Admiraba su simpleza, su carácter
considerado, generosidad, liderazgo y ese amor desinteresado por el arte. Ponía
el todo por el todo, lo cual es digno de encomio. Aparte de su talento en el
teatro, fue elegido como uno de los miembros del consejo estudiantil. Antes el
organismo que supuestamente debía representar los intereses de todos los
universitarios, vivía en el oscurantismo y la apatía. Pero la llegada de esta
pléyade de jóvenes promesas parecía que iba a cambiar las cosas de raíz. Pero
cuando tomaron la posta para dirigirlo, se encontraron con una “realidad
totalmente diferente” a lo que imaginaban. La naturaleza de sus cargos, en el
cual solo duraba un año hacia prácticamente imposible las promesas de campaña. Comprendí
la impotencia de Crispín de no poder materializar esos grandes proyectos que se
proponía…limitándose a algunas iniciativas aisladas. Nunca me incorpore a ese
coro de voces quejumbrososas que no proponían ninguna solución, lo usual en
este país. Tras terminar su periodo, otra vez la apatía y el silencio volvieron
al tercio estudiantil.
Fue en agosto de 2011, cuando me entere por terceras
personas que en el teatro “Peruano-Japonés”, se estrena su primera obra con el
portentoso titulo de “Mi primera vez en escena”. En el estreno actuaria Esteban,
como el sitio estaba cerca de mi casa y ni tenía muchas obligaciones estudiantiles
me dirigí allí. El clima era de neblina sombría. Era la primera vez que iba a
entrar en ese recinto, como si fuera el primer occidental que va a ingresar al
Japón. La sensación de euforia y asombro me invadían.
Tuve que hacer una cola larga, en los pasadizos se
encontraba una exposición que conmemoraba un año más del ataque atómico sobre
Hiroshima y Nagasaki. Había fotografías y mapas acerca del suceso que ha
marcado brutalmente la historia de la humanidad. Las imágenes que mostraban el
dolor de las victimas en sus gestos,
miradas trágicas y la piel quemada por la radiación. Parecía que el suceso
ocurrió ayer y no hacía mucho tiempo. Me puse a pensar, por mas bienintencionada
fuera la muestra, en concientizarnos de cuan es bonita es la paz y el amor
fraterno entre hermanos. Su contenido, no era apropiado para los niños por su
crudeza. Trate de pensar en otra cosa, en ver la obra en donde actuarían mis
amigos y seria de naturaleza cómica.
Al entrar, me sentía como un dios que subía al Olimpo. El
sitio era una inmensa sala con paredes recubiertas de madera, lleno de sillas
negras. Sonaba una serie de melodías
exquisitas que me daban ganas de bailar. Creo que mezclaban Jazz con música
clásica, pero no me acuerdo muy bien. Fue en se momento que me encontré con un
amigo, se llamaba Ismael, un chico de
contextura robusta y gruesa. Tenía un peinado tipo hongo y ese asemejaba a ese
gordo fanático de las historietas como cierto
personaje de los “Simpson”. Su carácter era fuerte, le encantaba imitar
el tono de mi voz por mi dejo extranjero. Era un agudo analista de nuestra
realidad nacional por lo que lleve a tener cierta admiración por su pensamiento
critico. Llegue a escuchar alguna vez “si fuera presidente yo lucharía contra
el grupo El Comercio” era una frase cargada de rebeldía nunca lo he podido
olvidar. Si Ismael lo hiciesen en un futuro cercano, seguro que el “Decano de
la prensa peruana” lo catalogaría como “El azote de la libertad de expresión”
al igual que los temibles súper villanos Correa y Chávez.
Sus aspiraciones políticas ya las había demostrado, cuando
postulo sin éxito al Tercio Estudiantil.
Por lo menos hizo el intento. Decía que su revés, fue por la falta de tiempo para hacer una campaña realmente
más efectiva como lo tuvieron otros candidatos. Yo a su lado era un
“burguesito” bien intencionado que por entretenimiento, rebeldía o no sentirse
cómodo por su situación privilegiada. Volcaba sus simpatías personales a favor
de la justicia social hacia los más desfavorecidos y que estos se alzaran
contra los ricos desde una cómoda posición…sin mancharse las manos claro esta. El
era una persona de acción que realmente buscaba una solución por buena o mala
que sea, por las dificultades que han caracterizado nuestra existencia en la
tierra. Ese día lo vi muy taciturno, sin su característica energía que siempre
lo acompañaba cuando estábamos reunidos con los compañeros de clase. Me
sorprendió mucho por que no quisiera hablar mucho. Me desesperaba en mi
interior por su poco interés por hacer una conversación intensa acerca de temas
de coyuntura como la asunción de Humala a la presidencia de la república hacia
casi un mes. Parecía que terminaríamos hablando monosílabos cuando me voltee de
casualidad…cuando me encontré con dos conocidas sentadas detrás de mí.
Una de ellas era la novia de Esteban, Paz Olarte. Era una
chica muy bonita, de cuerpo agraciado, ojos moros, cabello entre lacio y
ondulado, senos grandes y piel canela. Su acompañante, pertenecía a la promo
del colegio de mi amigo. Se llamaba Graciela Gibellini, flaca como Oliva Olivo,
no resaltaba mucho por su físico, sus ojos los tenia hundidos, parecía un ser
frágil y se asemejaba un poco a una japonesa. De hecho siempre le gusto la
cultura oriental, en el “Face”, en sus fotos la veía usando piyamas chinos y
estos trajes le caía como anillo al dedo. Verlas me cambio el animo. Por lo
menos tendría una conversación más entretenida que el frustrado dialogo que
tuve con Ismael. Me presente ante ellas, de manera un poco altanera como un
fervoroso amante del teatro y estaba para ver a mis amigos actuar. Con la que
mas hablaba era con Gaby, creo que un tema de cultura oriental no sé. Paz no
era de mucho hablar y mostraba timidez por mi presencia. Su silencio le daba un
aire encantador, haciéndole más bella tanto por dentro como por fuera.
De repente se empezaron a apagar las luces, supe que el
momento mas importante llegaba y prepare mi cámara para perpetuar este suceso
en la posteridad. Bien la obra que veíamos se trataba de un director teatral,
interpretado magistralmente por Crispín que le era imposible montar su primer
drama. Parecía que luchaba contra una fuerza sobrenatural. Para acentuar su
desazón tenía que lidiar con unos actores argentinos terriblemente
quisquillosos por estar a las órdenes de un “perusho”. El papel de “gaucho” lo
hacia Esteban. Su aspecto físico le daba una mayor creatividad para su rol. El
dejo rioplatense le agregaba más riqueza a su personaje, pero me dijo mas tarde
de que no le salía tan familiar. El publico estallo en risas y se dieron estruendosos aplausos
.
Lo que organizaba el protagonista, se iba al carajo:
desde que los miembros de su elenco se confundían sus parlamentos…hasta una
ridícula discusión sentimental parecía que el mundo iba a colapsar. Al final su
proyecto nunca se llega a materializar, cayendo una vez más en el olvido. La
trama sencilla, me causo una gran impresión comparable a ver “la
Transfiguración de Cristo”. Lo aplaudí hasta que mis manos iban a reventar. Me
hallaba extasiado por tener el privilegio de ser testigo de tanto talento
maravilloso de mis amigos. Ser actores le daba un estatus especial que los
diferenciaba de los simples mortales. Al terminar el espectáculo, Salí con las
chicas para felicitar a los actores por su brillante actuación, tenia tantas
gamas de darles un caluroso saludo tanto a esteban como a Crispín.
Al salir del escenario, me dirigí a uno de los jardines estilo
nipón, que tenia una decoración muy refinada. Además contaba con un estanque llena
de peces de colores relucientes si nadaran joyas brillantes. No tarde en
encontrarme con algunos miembros del elenco, conocía como he mencionado a esos
renombrados actores. Pude ver a Esteban y a Paz abrazándose y la guapa chica
dándole un suave beso a sus labios. Lo tenia todo, menos el amor sincero de una
chica…hasta el día de hoy no he besado a ninguna y solo he tenido sexo por puro
placer animal, pero nunca he hecho el amor por sublime sentimiento. Ellos
representaban al abrazarse tiernamente, un deseo incomprensible ante la lógica
humana. Supe desde el primer momento que ello era la feliz unión que solo la
muerte podía separar. Me apreste a felicitarlo, me recibió con frialdad eso me sorprendió.
Tal vez cansado de tantos elogios. Quería conversar con el…pero no
se pudo dar. Las cosas sucedieron con una prisa inaudita. Todos se despidieron
rápido, como si fueran perseguidos por un gobierno dictatorial. Me quede un
rato mas y pedí a un señor que me tomara una foto con un loto oriental, testigo
de grandes acontecimientos. Cuando me estaba por retirar, me encontré que
Esteban cargaba unos muebles. Le pregunte que hacia con ellos, me respondió con
un gesto cansado que era el inmobiliario usado en la obra era alquilado y
tenían que devolverlo apenas finalizada el estreno. Tenía esperanzas de que los
triunfantes actores se fueran a comer y poder acompañarlos. Conocerlos mejor, sobretodo
conocer a esa chica que interpretaba a esa “argentina pretenciosa”. No se dio
lo que tanto imagine. El clima se volvía mas sombrío con ese cielo panza de
rata, que te hacia volver a la realidad mediocre que durante el tiempo que vi
la obra parecía vivir en un universo paralelo.
Antes y después de ver esa obra. Siempre le dije a Esteban
que tenia un gran talento para actuar, le decía que hiciera el favor de que
moviera sus influencias en esa pléyade de iluminarias para que me aceptara en
su selecto club de teatro. Pero en vez de ayudarme y acceder a mi humilde
pedido mostro una actitud bastante grosera conmigo. Decía que no tenía talento
para ello y estaba fracasado de antemano. Sus palabras fueron hirientes, sentí
una rabia terrible. Quería destruirlo con todas mis fuerzas, arrancarle su
rubia cabellera, como hacían los mohicanos contra sus enemigos “cara pálidas”.
Dejarle morado sus lindos ojos celestes. Sentía que podía darle una merecida
tunda…pero me contuve porque una persona civilizada. Tuve que disimular mi
disgusto y tomarlo como una de sus bromas pesadas. Desde ese momento poco a
poco a enfriarse y ser tirante.
.
Pasaron unos seis meses, en esa época me hallaba de
vacaciones. Era febrero, el mes del romance, excelente para mostrar mi inconmensurable
amor por el teatro. La obra “Prohibido suicidarse en primavera” se estrenaba en
un escenario local ubicado en la avenida Larco. Ya había intentado ubicarlo de
manera frustrada cuando se dio en diciembre, sufrí un montón por no poder
ubicar el bendito sitio donde se estrenaba el
bendito espectáculo. En ese momento quería llorar de rabia por mi
monumental fracaso.
Pero en el “face”, supe que la función lo iba a reestrenar.
Fue una bendición celestial, tener una nueva oportunidad para tomar revancha
contra el infortunio. Ir a Miraflores en esa noche fue “un viaje homérico”. El
transito era infernal y mi corazón iba estallar porque no llegaba a tiempo.
Tuve suerte de llegar temprano y encontrar el dichoso sitio donde me fue
esquivo su hallazgo. Se trataba de un sótano y había que bajarlo y así llegar
al escenario donde se iba a dar la función. La zona subterránea, parecía un
refugio antiaéreo de la II mundial, no cabían ningún alfiler. Trate de
identificar si había algún conocido, creo que vi a unos colegas…pero nada más
.
Al entrar al recinto, era un sitio que se asemejaba más a un cine que a un
teatro por sus butacas de color plomo. Con cierta pavonaría elegí mi asiento.
El lugar era ocupado en su mayoría por jóvenes, algunos adultos y unos pocos
niños. El ambiente era de una fraterna alegría. Pude observar también a unos
chicos flacos vestidos de negro, con mascaras teatrales blancas y no decían
ninguna palabra. Verlos a mi costado me hizo sentir orgulloso de mi generación
ame el teatro.
Tenía unas ganas de ser protagonista de la velada artística,
estar combatiendo contra mi timidez en el escenario y no conformarme con ser un
mero espectador. La obra que iba a ver en breves instantes tenia el pomposo
titulo de “Prohibido suicidarse en primavera” del talentoso dramaturgo español
Alejandro Casona. Hacia un año y medio vi otro drama llamado “La barca del
pescador” donde mi hermano menor actuó como personaje secundario cuando cursaba
cuarto de secundaria en el “Gryffindor”, colegio de notable antigüedad, ubicado
en la avenida 28 de julio. El le dio un mejor enfoque actoral en esta obra que
cuestionaba como la gente es capaz de vender su alma al diablo con tal se
satisfacer su vicio del lucro desmedido. Mientras recordaba ese feliz episodio,
donde estuve muy orgulloso de el. Una voz en Off le pedía al público que la
función iba a comenzar en unos pocos minutos. Parecíamos que íbamos a despegar
en una nave espacial cuando oímos el anuncio. Me sentía al mismo tiempo un
astronauta listo para despegar a Marte a la primera señal. Lastima que no pude
conversar con alguno del público mientras esperábamos el estreno. Me daba la
impresión de que eran personas muy inteligentes con los cuales se podía
realizar una charla amena.
Comenzó el espectáculo, las luces se apagaron de golpe. El
desconcierto invadía la sala, la tensión afloraba en los espectadores. De
repente una luz empezó a iluminar a dos individuos que vestían trajes de excursionistas
que realizaban un paseo por un paisaje imaginario que hacia recordar el Tirol
austriaco. Eran una pareja de reporteros llamados Fernando y Chole que
disfrutaban de sus vacaciones. En el camino por casualidad encontraron un
edificio extraño que parecía un siniestro laboratorio por un perturbador
letrero que decía “El hogar del suicida”
que hablaba de cuan reconfortarte era
morir ante las personas.
La perturbación aumento más cuando apareció uno de los
personajes más interesantes de la trama era la del doctor Roda, que le hacía parecer
su bata de medico al siniestro doctor nazi Mengele, por imitar el acento alemán
y sus gestos exagerados. Un poco mas y solo le faltaba tener una esvástica como
brazalete. Les dio la bienvenida que les causo cierta consternación. El
singular medico explico la naturaleza del lugar que habían hallado los
reporteros. Se trataba de una clínica de rehabilitación de personas que
deseaban suicidarse y usaban un heterodoxo método para sanarlos. Consistía en
incitarles en su deseo de querer auto eliminarse hacia que los enfermos desistiesen en no
quitarse la vida.
Sorprendidos por este singular tratamiento, los jóvenes
decidieron colaborar con este singular experimento de manera entusiasta. Fue en
ese momento que apareció como Hans el perturbado ayudante del galeno, por su
aspecto me hacia recordar a Igor el ayudante de Dracula. Su nerviosismo
constante era perturbador y la expresión de su mirada parecía que ocultaba un
secreto terrible. El había quedado muy traumatizado con una guerra que sucedió hacia
mucho tiempo y por ello explicaba su obsesión con la muerte. El modo de
tratarse con el doctor Roda mostraba una sumisión casi enfermiza. A medida que
transcurrían los días, ellos encontraron a personajes terriblemente
perturbados. Parecían que habían combatido una guerra cuasi apocalíptica con su
yo interior. Especialmente dos internos: la primera era una dama vestida toda
de negro que lloraba prácticamente sin ningún motivo aparente, estar junto a
ella era para volverse histérico. El otro paciente perturbado era un joven,
interpretado magistralmente por un
conocido de la universidad de pelo negro ondulado y ojos verde grises, que
soñaba con conocer a una famosa interprete de opera de extraño nombre japonés y
su acento de consonancia española.
Sufría mucho por ese amor imposible por la estrella musical. Ellos eran
fascinantes e hizo que los periodistas empezaran a alistar a escribir sus
crónicas sobre “la particular clínica” para el diario que trabajaban.
Pero una noche ocurrió un incidente que trastoco la historia.
Un paciente había tratado de suicidarse volándose
los sesos con una pistola. Tras disuadirlo a que entregara el arma…Fernando
reconoció que el fallido suicida era su hermano Juan. lo cual genero mucha
tensión ya que ambos no se llevaban bien. El incidente afecto personalmente a
Chole, antes esencia de la alegría a convertirse en una persona sombría. El conflicto en la obra ya estaba marcado y
genero una mayor atención. La obra paso a un intermedio. Aproveche la pausa
para buscar algo de comer, subí con pasos agitados mientras me abría entre la
multitud tan deseosa como yo de tomar aire fresco, descansar y satisfacer su
apetito. Tuve suerte de encontrar un establecimiento de “Fast Food” a una “tiro
de piedra del teatro”. No debería frecuentar estos antros que promocionan a
propósito o sin querer la obesidad posmoderna que ha superado con creces la
hambruna africana. Debería estar arrepintiéndome de comer en esa “ermita del
culto ala gula desmedida” pero mis necesidades superaban mis escrúpulos alimentarios.
Me comí un pequeño combo y me sentí prácticamente lleno era como devorar
desayuno, almuerzo y cena juntos.
Entretanto mi reloj biológico me decía que debía apresurarme. Entretanto
mi reloj biológico me decía que debía apresurarme porque ya iba a comenzar la
segunda parte de la obra. En efecto cuando baje al sótano, veía al público ya
sentados en sus butacas. Me impresiono la rapidez de cómo estaban organizados.
Crispín debería ser funcionario de alguna entidad estatal…pucha haría los
tramites como si se tratara de un torneo de formula uno. Me senté en mi
asiento, respiraba agitado por haber corrido muy rápido. El II acto comenzó,
siendo recibido con grandes aplausos. Empezaba la escena en que había un
complicado triangulo amoroso entre Fernando, Chole y Juan (el hermano
perturbado del periodista). Este terrible problema personal la deprimió por
haber sido causante de la enemistad entre los dos. Producto de ello…ella
intenta ahogarse en el lago colindante al hospital. Afortunadamente logran
rescatarle de las frías aguas y revivirla con respiración boca a boca. La
tensión y desesperación eran impresionantes en la escena. Lamentablemente
genero más rencor entre los hermanos que se disputaban el amor de la muchacha.
.
Después en medio de la desesperanza, la obra tuvo un cariz
bastante cómico. Justo había aparecido al desamparado amante frente a sus
propios ojos a la soprano Cora Yako que buscaban un remanso por su creciente
fama. Mo podía estar sucediendo ahora. Ella era una diosa del canto que vivía
“en un Olimpo musical” lleno de glamor y estilo mientras que el era pobre
insecto (sin animo de ofender) cuya vida era espantosamente mediocre. La
intérprete vestía unos trajes sumamente elegantes y usaba un abanico para proclamar
a los cuatro vientos su vanidad como pavo real frente al humilde traje que
llevaba el humilde admirador. El encuentro prácticamente surrealista fue
chocante. Al verse sin decirse palabra protagonizaron un divertido tango
argentino. Parecía que Crispín le tenía una fascinación por lo gaucho como para
poner esa milonga. Fue la mejor parte de la obra era impresionante como la
pareja supiera bailar el genero de Gardel y compañía. Lo hacían con gran
confianza como si hubieran conocido tiempo atrás.
Al terminar el baile grácil, Cora Yako estaba muy encantada
de conocer al simple mortal. El todavía incrédulo amante era presa del
nerviosismo y ella con un tono maternal le hizo sentirse en confianza para que
pudiera asimilar esta visión comparable a la que tuvo Saulo, antes de
convertirse en Pablo cuando vio al señor en su camino a Damasco. Estar con ella
le hacia estar la mas posible a la pléyade de los dioses que han creado el
universo. La extraña pareja empezó a conocerse de manera profunda y perturbo
más al pobre joven. Le propuso ella con su altisonante acento castizo que la
acompañara a una serie de viajes prácticamente de fabula y de ensueño. Cora
Yako estaba fascinada con el extraño y era mejor que todos esos aduladores
ricachones que solo deseaban llevarle a la cama. Parecía que su sentimiento era
genuino llevado de manera desinteresado lo cual me pareció fantástico esa parte
romántica de la obra. Fue a partir de ese momento, en que la trama empieza a
tener un cariz mas alegre ante la vida. Muchos pacientes empezaron de milagro a
recuperar las ganas de vivir y esto contagio a los responsables del
establecimiento, tan acostumbrados a la sombría muerte. Parecía que el
optimismo resucitaba a estos muertos en vida. Incluso el problema de los
hermanos por el amor de Chole, pudo desenvolverse en paz. Como colofón se puso
“la sinfonía pastoral” de Beethoven. Escuchar esa bella música hacia que el
espíritu de la gente se elevara a una nueva era de felicidad. Ello me contagio
y me hizo sentir el hombre más feliz del mundo.
Cuando termino el espectáculo, suspire con mucha tristeza.
Deseaba que no finalizara y sentí que en el teatro podía hallar mi vocación. Tuve
que salir de la sala para evitar ser aplastado, me sentía devorada por un
enjambre de abejas. Llegue prácticamente sudando a la angosta sala de espera.
Se encontraba una muchedumbre que aplaudía y felicitando a los miembros del
elenco. Parecían que fueron premiados con “el globo de oro de los premios Emmy”
o “El oso de oro de la Berlinale”. En ese momento algunos de los actores
estaban aun vestidos otros a medio vestir. Podía ver la transformación de seres
celestiales a simples mortales. Entre empujones pude acercarme a Crispín para
darle mi más sincera felicitación por su gran trabajo en las tablas. Sentí que
el hombre hacia patria. Fue un intercambio de palabras breve pero intenso…pude
ver en los ojos de mi amigo un gran sentimiento de satisfacción humilde. Supe
que iba a llegar muy lejos con su gran talento. Posteriormente tuve que
retirarme ya se hacia tarde y me era imposible acompañar a los campeones para
celebrar su triunfo. Al subir del sótano, volví a mi miserable cotidianidad.
Era horrible volver otra vez a la realidad mediocre que uno esta tan
acostumbrado. Luego de pasar dos horas y media en un mundo mágico, era como un
bebe es sacado violentamente de la calurosa placenta de su madre para tenerse
que enfrentar a la frialdad del mundo. Esa experiencia me dejara marcado para
toda la vida. Observaba los microbuses vacios…hacia unas horas eran unas latas
de sardinas volantes. Mire con desprecio y pena esas calles desocupadas,
parecían un paisaje surrealista hasta absurdo por los cuatro costados. Tome
el microbús que me llevaría a casa y me
sentí muy triste sentí que la vida ya no tenia sentido porque de pronto perdí
el entusiasmo por no tener objetivos no sentía sueño solo vacio. Al día
siguiente contaría mi gran aventura a mis padres y seria mejor que todas las
historias de los diarios dominicales.
Comencé marzo, un mes donde comenzaba un ciclo más de mí
cada vez desacelerada carrera. Me encontré con Esteban, para ese momento lo vi
siempre acompañado con sus incondicionales amigos…pero me incomodaba la
presencia de un tipo que desagradaba en absoluto, siempre trataba de ponerme de
mal humor. Lo detestaba: porque era una persona pedante, chauvinista, moralista
ridículo, derechista enfermizo, cobarde, pesado y se creía “una eminencia
intelectual”…en realidad era un payaso. Para empeorar mas la situación era
primo hermano de una amiga que estimaba muchísimo ya que habíamos trabajado en
la elaboración de un cortometraje para un curso de audiovisuales…Bueno uno no
elige a su familia. Como una persona tan inteligente y con un mejor juicio que
yo como Esteban podía juntarse con esa alimaña, hay que decir las cosas por su
nombre. Ahora prefería su compañía que estar con su amigo que lo había
acompañado desde siempre…hubiera dado la vida por la amistad si fuera
necesario. Tuve que guardarme la decepción en mis adentros y sentía ira por
sentirme impotente de que uno de mis mejores amigos se alejaba de mi lado.
Sentí que todos esos años maravillosos que pasamos entre trabajos y jugar
“Counter Strike” como endemoniados…de repente se fue a la basura, era patética
mi situación personal como deseaba en este momento que la tierra me tragase o
llorar océanos. Su carácter, se volvía cada vez mas mundano y apenas mostraba
interés cuando le contaba sobre mis viajes, libros, películas, obras de teatro,
programas de Tv o algún comentario sobre la situación política del país o
internacional. Antes me consultaba constantemente sobre varios temas,
especialmente de geografía sobretodo de los complejos países de Europa
oriental. Antes nuestras conversaciones, especialmente los primeros días del
primer ciclo, eran llenas de humor y reconocimiento mutuo. Por ultimo cuando le
hablaba de que pudiéramos reunirnos en las próximas vacaciones el me contestaba
en tono de broma de que no quería verme…nunca supe si lo decía en serio o solo
para tomarme el pelo. Aquello me exasperaba. Ese fue la ultima puñalada que
recibí por parte de el. Esos primeros días de marzo, me sentí por primera vez
un extraño en mi propia alma mater. Parecía que no conocía a nadie y me
horrorizo hasta los tuétanos de sentirme tan vacio. Tenia que ocultar mi
frustración. Solo al conocer a una chica huanuqueño de nombre Giovanna. Era
chica de piel oliva, con una cabellera castaña, un cuello alargado y tenia unas
manos finas. Era un poco mayor que yo. Su carácter era agradable y me animaba cuando
tenía problemas. Empecé a coquetearla…no porque quisiera tener una nueva novia
sino porque realmente me sentía amado. Mi amor platónico con esa chica no duro
mucho, ya que descubrí en medio de una conversación inocente que era casada y
tenía dos hijos. Me sorprendió mucho
Giovanna la verdad, porque a partir de ese momento ya no podría iniciar una
relación con comodidad y tendría que llevarlas con cuidado, sobretodo no
toparme con una madre soltera o con un anillo de matrimonio. Lo mismo me paso
sin mucho impacto con una bonita chica
de unos preciosos ojos verdes de origen yugoslava…pero eso es otra historia.
Pero mi desilusión afortunadamente no duro mucho ya que en el patio de la universidad pude ver un
gigantesco cartel que anunciaba sobre una próxima obra que se estrenaría en
unas pocas semanas. Verlo me hizo otra vez recuperar mis ganas de vivir. El
nombre de la obra era “Los muertos que aun respiran”. Pude encontrarme con
Crispín, siempre lo veía flaqueado por dos atractivas chicas. Supe que se
estaban regalando entradas para la obra…lamentablemente me dijo que ya se la
habían agotado. Esa mala decisión acarrearía consecuencias terribles a la hora
de acudir a la obra…acarrearía consecuencias terribles a la hora de acudir a la
obra. No me adelantare a los hechos en este momento. Prepare todas mis ganas y
energía en nutrirme más del teatro. El día que se iba a estrenar, no sabía las
enormes sorpresas que me depararía ese día. Ir de mi casa en Pueblo Libre hasta
Miraflores en esa noche agitada fue una travesía infernal. Tenía miedo de que
no llegara a tiempo, miraba constantemente mi reloj si estaban el rumbo
correcto. Lo único agradable del homérico viaje fue una cándida charla con un
pasajero ya mayor, con poblado bigote y con un gusto por la música clásica. Me
conto que había estado en la cárcel, según el por “su vida licenciosa pasada”,
engendro una familia numerosa como lo tenían los patriarcas de la biblia. Lo
único que malogro la increíble charla fue al decirme que era evangélico y
aprovechaba para convencerme de ser parte de su religión. Hacia cinco año de
deje que mi alma lo poseyera alguna creencia x en medio de una gran
transformación espiritual poco antes de terminar la secundaria. Escuchar tales
palabras me incomodaron y le respondía con amables negativas no quería herir su
sensibilidad, siempre huyo de las situaciones desagradables. Parecía que era
feliz en estar afiliado alguna Fe. Tuve la suerte de se bajara en su paradero y
me despedí amablemente y la desesperación por llegar temprano volvió a mis
pensamientos. Rechinaban mis dientes porque el mundo se iba a destruir si no
llegaba a tiempo. Apenas llegue al parque Kennedy, tuve que correr haciendo
Maratón para vencer al tiempo. Me chocaba con las personas a veces las
esquivaba…me estaba por quedar sin respiración. Llegue al sitio, mi ropa estaba
empapada de sudor pero eso solo era el inicio de mi calvario que tuve para ver
el estreno. En primer lugar el sitio se encontraba repleto, más que la anterior
presentación y había una cola de los mil demonios. Me encontré con un grupo de
chicas que me contaron que venían del cono norte para ver el espectáculo. Me
sorprendieron lo que dijeron las muchachas, especialmente dedicar su tiempo y
dinero en ver el maravilloso arte del teatro.
Pero esa admiración no me distrajo del verdadero calvario que
tendría que soportar para ver la obra. En primer lugar la cola no avanzaban,
era como retroceder a los tiempos de la hiperinflación, algunos presentes
empezaron a reclamar por la demora. Miraba mi reloj y sentí que retrocedía al
momento de cuando estaba sufriendo en el micro para llegar a Miraflores. No me
iba a perder la función por nada del mundo costara lo que costara. Escuche por
parte de la encargada de poner orden que solo entrarían los que tuvieran el
boleto especial además dijo a los espectadores que no podían entrar al recinto:
podrían verla en otra ocasión sin tantas incomodidades como lo que estaba
pasando en este momento. Da vueltas al igual que un “tigre enjaulado”, como
decía mi padre, miraba la puerta que era constantemente asediada por personas como yo ansiosas por ver
siquiera un trocito de la obra. Temí que nos botaran por impertinentes a
escobazos sus pocos defensores. En ese momento era ahora o nunca, aproveche mi
vena histriónica para suplicarle al guardián que me dejara entrar…bueno mi
ruego no era tan convincente pero le convenció para que me dejara entrar. Tuve
un gran sentimiento de felicidad por haber conseguido mi meta y me quitaba un
peso encima. La sala esta oscura y constantemente me tropezaba con otras
personas que buscaban un lugar donde sentarse. Para mi mala suerte no encontré
ninguna butaca y tuve que ingeniármelas al sentarme en las gradas del
escenario. Para una persona alta era un poco incomodo estar en esa postura. Ya
había comenzado la función, unos diez minutos antes, me sentía un poco mal por
esa tardanza. Me asemejaba, a un niño que ve maravillado el circo tras entrar a
hurtadillas y sabe que puede ser pillado en cualquier .momento y goza con más razón el espectáculo…mientras se mantiene vigilante
“Los muertos que aun
no respiran” era una obra que hablaba sobre un periodo de la historia muy
doloroso que no vivió el horror felizmente mi generación que solo le interesa
una existencia cortoplacista. Pero verlo, me hizo recordar a los vividos
relatos de mis padres acerca de esa época en que nuestra patria cayo en “el
reino de las tinieblas”. Por ejemplo mi madre hizo sus prácticas en Ayacucho,
cuando imperaba el estado de emergencia, yendo por una geografía tan hostil
como sus habitantes trayendo la salud a esa desamparada gente. No se sabia a
ciencia cierta si acabarías tu existencia ya sea con un tiro de FAL volándote
los sesos por parte de los cachacos o que tu cabeza clavada en una picota con
un letrero que decía “Así mueren los burgueses explotadores”.
También recordaba
las palabras de mi padre al contarme, que alguno de sus amigos se incorporaron
en la “mal llamada guerra popular”. Uno de ellos falleció en el sangriento
motín del Frontón allá por 1986. En medio de las balas, granadazos y la
demolición de su pabellón…terminando de manera brutal aquellos jóvenes que
tenían un futuro por delante. Me sentí otra ves orgulloso de que Crispín, haya
decidido encargarse de una obra de trascendencia histórica, otra vez hacia
patria. Me da pena que los jóvenes de ahora no sepan quien fue Abimael Guzmán,
diciendo que fue presidente o no saber
que pasó en
la calle Tarata.
.
Estas obras eran las indicadas para generar una
importante conciencia de recordar el cruel pasado para tener un futuro lleno de
paz o hacer el intento. Siempre me ha
fascinado desde que era niño todo el asunto del accionar de Sendero Luminoso y
como una patética guerrilla o simulación de esta de ideario extraviado de corte
polpotiano-stalinista puso de cabezas al país. La historia peruana, se ha
caracterizado por tender al absurdo y ello significaría la orgia de lo
ridículo. En esta nueva presentación, pude ver un cambio de tono. Ya no era la
cándida y jocosa donde las cosas podían resolverse con cierta ingenuidad. Ahora
tenía un carácter sombrío y proclive a la violencia. Justo comenzaba en ese momento con un coro de
voces vestidas de negro al igual que las tragedias griegas. El personaje
principal, interpretada magistralmente por Crispín, tenía que soportar un
conjunto de insultos y retahílas por su vida pasada.
Luego de esa escena introductoria, donde hay la oficina de
redacción de un periódico y se encuentran tres mujeres muy diferentes entre si.
Reconocí de inmediato a “Cora Yako”, pero ahora interpretaba a un personaje
totalmente opuesto llamada Mirela. No era la grácil y candorosa soprano de
opera sino la maquiavélica jefa de redacción de la revista “En boca de todos”
que lo único que le interesa es el morbo con noticias de que vedette trampea
con quien a una audiencia huérfana de valores en vez de dar información
objetivo que es la eterna verdad que es incomoda. Solo una valiente y solitaria
periodista llamada Betina desafiaba su dictadura del lucro. Por eso tuvieron
una agria discusión, debatiendo la importancia de si era más importante
informar sobre el último escándalo de la farándula que el reciente acuerdo de
paz con Ecuador. Su lucha era más solitaria, cuando a su lado tenía a Hilary,
la hermana de su opresora que era un completo estorbo, aparte de ser media
estúpida por así decirlo. Se comportaba como una adolescente mimada y vivaz al
igual que su generación tan obnubilada por las cosas materiales. Una canción de
Britney Spears, “La lolita de fin de siglo”, simbolizaba su personalidad. Siempre le daba la razón a la jefa hasta el
punto de llegar al servilismo, miraba la jefa a su hermana como si estuviera
haciendo de perrita faldera hacia maravillosas piruetas para complacerla. Fue
un momento fenomenal que me causo impacto, me hicieron recordar sobre las
clases acerca de ética periodística. La discusión tan acalorada…terminó cuando
recibieron la llamada para hacer un reportaje acerca de lo sucedido en una
aldea perdida en Ayacucho, relacionado al terrorismo. Aquel trabajo era
liberación temporal de su tiranía pero tener como compañera a “esta chica que
aún se chupaba el dedo” iba a ser una especie de recordatorio de su opresión.
Luego de eso, se paso a otra escena, donde pude ver a mi
amigo Crispín en otra genial transformación camaleónica. Esta vez interpretaba
a un serrano y el acento le salía estupendo. Era un personaje sufrido que tenia
un terrible secreto en su interior y sufre una terrible desolación espiritual. Además
en la obra se incorporaba Romano, otro miembro talentoso del elenco que no lo
había visto en anteriores producciones. También me llamo la atención la
presencia de una encantadora niña, prima pequeña de mi amigo, llevaba puesto un
traje vernacular que la caía como “anillo al dedo”. Me hacia recordar a mi
madre le encantaba ponérselos y cantar esas melodías que evocan a su tierra. Ella
era mejor que esas “artistas folclóricas” que aparecen en esos carteles ridículos
de la carretera central.
Con ellos se agregaba otra actriz que tampoco era conocida
que hacia de madre de los tres chicos. Representaban una versión de la “familia
Ingalls andina”, en ellos se emanaba la felicidad en medio de la barbarie
latente. Esta no tardaría en llegar
cuando apareció un señor misterioso, vestido casi de negro y portando una
pistola, ya había visto el arma en la obra anterior. Me di cuenta de que era
“el doctor Roda”, que estaba interpretado a ese señor tan enigmático. Ya no era
ese extravagante doctor que imitaba ese acento teutón medio siniestro, era
ahora un fanático senderista que amenaza a la amenaza a la pobre madre de
decirles que “era la oveja negra de la familia”…sino lo acompañaba a “una
retirada hacia el monte”. También le dijo que si no le hacia caso, los
militares la asesinarían a su familia e incluso violarían por ser cómplice de
los terrucos. El diálogo estaba cargado de una violencia inusitada aquella
pobre señora de mostrar “flaqueza burguesa” ante la revolución que incendiaría
la pradera.
Luego pasó al siguiente acto, donde el disparejo dueto de
reporteras llegó al pueblito. Mientras su frívola e inútil ayudante, creía que
esto era una equivocación por haberlos mandado a una aldea desolada y no a un lugar glamoroso como Cannes o
Hollywood, para escribir una gran historia rosa. Mientras que la verdadera
periodista indagaba sobre la naturaleza de los hechos encontró a un señor que cargaba
un pesado saco de papas. Vestía con ojotas y su acento era motoso. Quiso
hacerle algunas preguntas, pero como el oficio más interesante del universo…el
hombre no tuvo interés en responder sus preguntas arguyendo que tenía mucho
trabajo.
Fue en ese momento, cuando llegó otro señor interpretado por mi amigo
Crispín que se identificaba con su hermano y le decía cuanto lo extrañaba. Pero
solo recibió muestras violentas de rechazo hacia el…al punto de agarrarse a
golpes. Sorprendida la periodista por tamaño desmadre, trato de separarlos y
saber cual era la razón, por la cual estaban peleando. Ellos se retiraron entre
maldiciones y reproches. Adujo ella, que podía ser un a disputa familiar o
algún tema relacionado con el terrorismo. Esto podía ser su gran oportunidad de hacer su gran historia.
.
Trato de entablar una charla con el sufrido hombre y al
igual que el anterior no quería hacer declaraciones y mantenía una actitud
sumamente hostil diciendo palabrotas al igual que esas conversaciones que tenia
con Esteban donde decíamos “N” groserías y era divertido. El pobre hombre, como
si estuviera desahogándose con el alcohol empezó a contar su triste historia.
La contaba, sin mirarle a ella, hablando consigo mismo y llorando como un niño de cinco años. Su tragedia
comenzó cuando conocieron a su tristemente célebre pariente, que militaba en
las huestes de Sendero. Eso inicio una serie de acontecimientos que hizo que la
familia se sepárese. Había un hondo sentimiento de culpa, por haber permitido
que todo se pudiera irse a la mierda. A veces el llanto era tal que no se podía
entender la periodista la historia y esta le pedía con desesperación con más
claridad. Contó que fueron capturados por una patrulla militar y cometieron una
serie de abusos contra él y su familia. Su querida hermana fue asesinada de
manera cruel y lo obligaron a tener relaciones sexuales con su progenitora, lo
cual le generó un traumo espantoso. Así explicaba el sufrido sujeto, porque
tuvo que irse a vivir a la capital y hasta cambiarse de nombre para poder
olvidar esa pesadilla que significó en su vida. Fue la parte más conmovedora de
la obra y en la que los actores se lucieron con garra
.
Luego de contar la penosa historia, había una sensación de
que algo faltaba al relato para ser parte del reportaje. Le preguntaba por
ciertos detalles de la historia pero el entrevistador parecía que el relato del
pueblito con respecto al terrorismo hasta la saciedad, esto lo conocía gracias
a su estadía en Lima y por eso se negaba a contarle con mayor precisión como
sobrevivió a ese oscuro periodo de su vida. El reportaje fue un fracaso a la
vista. Se pasa al siguiente acto, volvemos a la sala de redacción. Hay un
momento de tensión muy agudo, llega a ser contagiante en todos los sentidos.
Mirela estaba sumamente furiosa, por no haberle entregado el bendito informe
que podría hacer que la revista esté en los primeros lugares. Deseaba
estrangular con todas sus fuerzas a Betina, esa cucaracha por hacerle hígado su
estómago. Ella empieza a defenderse y se inicia una feroz pelea verbal…pero
ocurre algo extraordinario, la hermana que en el pasado fue sinónimo de
sumisión y servilismo de naturaleza enfermiza ahora apoyaba a su enemiga. Por
primera vez emitía su propia opinión, lo cual hizo desinflar la virulenta
reacción de la jefa. Sorprendida y derrotada al mismo tiempo…recibió una
llamada telefónica, diciendo estas monumentales palabras “Yo soy el centro de
las noticias”
.
Luego de pasa al acto que servía de colofón, justo se emitieron
una serie de filmaciones acerca de la violencia política de los ochenta. Una
voz en off hablaba sobre ese periodo donde nuestra república realmente
experimentó cuán doloroso es estar en las brasas del infierno, que Dante
Alighieri describía con profundos y aterradores detalles en “La divina
comedia”. Sentí que mi pelo se erizaba,
cuando podía retroceder a ese periodo nefasto de nuestra historia y pensar en
lo afortunados de nosotros en vivir el presente. Los chicos si se pasaron en
cuanto a creatividad y efectos de sonido, eran para quitarse el sombrero.
Muchos de los actores dijeron en monólogo interior acerca de sus experiencias
con el terrorismo: una perdió a su padre periodista en Uchuraccay, otra a su
madre en un coche bomba y otro en una masacre donde participaron elementos
castrenses. Era una manera de expirar sus culpas del pasado y seguir para
adelante. La lección era dejar a los muertos descansar en paz.
Aplaudimos con fuerza el final, la verdadera estrella de la
noche fue la pequeña con traje típica. A pesar de que no habló mucho…trasmitió
un verdadero sentimiento al actuar. Parecía que si seguía por ese camino,
podría estar a la altura de Marion Cotillard, una actriz francesa a la que
admiro mucho, en el futuro. Los muchachos se consagraron con divino talento. Dijeron
todos los actores “que nunca se vuelva a repetir” lo cual les dio un aire de
santidad. Los aplausos se convirtieron en un solo puño que luchaba por una
nueva patria. No importaba si el ambiente estaba hacinado, hacia calor, ni el
sudor ni el cansancio por ser testigos de este gran acontecimiento. Ah, como me
gustaría congelarlo el tiempo, donde pasaba el mejor momento de mi vida,
alejándome de la mediocridad que acecha a la humanidad. Era mágico ese instante
y que el paso del tiempo no destruiría. Llego la penosa hora de retirarme y
volver a la realidad cotidiana que siempre odiado. Tuve que salir prácticamente
a paso de tortuga, debido a la gran muchedumbre que se agolpaba en la salida.
“La próxima vez, tendrán los muchachos buscar un local más grande. Ya que ha
superado su capacidad”, pensaba mientras nos dirigíamos a la salida. El ambiente
“parecía un sauna”, lo único que faltaba era que saliera vapor. Salimos al
vestíbulo, donde se hallaban espectadores y miembros del elenco se mesclaban,
se felicitaban, abrazaban, reían y se tomaban
fotos. Solo faltaba la prensa especializada de entretenimiento de los
grandes medios, ellos merecían toda la atención del mundo…no como ciertos
personajes que pululan los tabloides. Otra vez me enorgullecía de ellos. Cuando
estreché la mano a Crispín, por su magnífico trabajo, detrás de mí había una
cola de cientos de personas que querían felicitarlo. Se podía notar en el
lugar, que éramos testigos de su ascendente carrera hacia el estrellato. Donde
sería recordado por las generaciones venideras al igual que Sófocles, Calderón
de la Barca, Manuel Ascenso Segura y Berthold Brecht. Su nombre estaría en las
grandes constelaciones del teatro tarde o temprano.
Me retiré del teatro, con una felicidad en mi alma por ser
partícipe de la historia de una gran colectividad como el elenco de teatro. La
avenida Larco estaba desierto como el Sahara. Tuve que caminar una cuadra para
llegar a tomar un bus. Me hubiera
gustado, hablar con algún conocido para entablar una gran conversación. Ya que
al tener un diálogo exquisito: acortaba las distancias, hacia que el tiempo no
existiese y el trascurrir del mundo se convirtiese en un absurdo. Como
envidiaba regresar a mi casa, en medio de una conversación interesante que
exploraba un amplio abanico de temas. Pensar en eso, me hacía echar de menos a
Esteban, con quien alguna vez teníamos animadas conversaciones. Iría a las
clases de la universidad y tendría que soportar los aburridos cursos y
encontrarme con esa gente que a veces despreciaba por su mediocridad. El único
consuelo era aferrarme al recuerdo y gozar de el, mientras mi cuerpo se
marchitaba con el devenir de los años.
Lo único destacable de ese periodo, como estudiante, fue
cuando en las clases de radio cuando nos encargaron a mis compañeros de trabajo
hacer una radionovela. Para mi fue como una especie de bendición para poder
explotar ese talento que lo tengo escondido para crear historias. Bueno nunca
me ha gustado trabajar en grupo, ya que quita tiempo y creatividad. Eso lo supe
el año pasado, cuando redactaba los guiones para el curso de televisión.
Conformarme con relatos mediocres para no pelearme con mis otros colegas involucrados en el proyecto. Pero
era otra ocasión era diferente, quería plasmar una idea que me lo rechazaron en
el pasado…por ser demasiado audaz. Se basaba en una película que había visto
hacia unos meses que me fascinó al principio: se llamaba “El círculo de Acero”,
que trataba de un ruso que vivía en la época de las purgas de Stalin y era
sumamente entregado al gran líder que gobernaba el gran timonel que gobierna
como un dios los destinos de la Unión soviética. No le importa arruinar su
matrimonio al negarse a adoptar a una niña, hija de una pareja “enemigos del
partido” recientemente arrestados. Con tal de seguir su deber con “el padre de
los pueblos”. Posteriormente su pobre mujer se mataría por no haber adoptado a
la pequeña…haciendo meditar a su marido por la pérdida.
Decidí cambiar algunos
aspectos de la historia: modificando los personajes, la trama y el contexto no
estaría ubicado en la gélida Rusia. Sería una mezcla de escenarios, como la
Argentina de Videla y la caída de la dictadura de Mubarak en Egipto para darle
un realce más actual. También el final era diferente, cuando el tiránico
régimen era derrocado violentamente por un golpe de estado. Era la combinación
perfecta. Además transcurría en un país imaginario llamado “Marruélgica”. Los
chicos pusieron lo mejor de si y realmente que contribuiría a la sociedad con
mi obra. Se puso música clásica, la cual es mi favorita, para el trabajo
haciéndole una sinfonía grandiosa. Si hubiera un concurso de los mejores
trabajos radiales: seria el ganador indiscutible. Lamentablemente el material
se perdió y simplemente volvió a mi cabeza.
Llegaron las vacaciones, era un periodo maravilloso donde el
ser humano es verdaderamente libre de sus ataduras con la sociedad. Era un
hambre en que podía satisfacer mi gran hambre cultural y no tardaría en llegar.
Fue a principios de julio, vi un anuncio en el diario que promocionaba una obra
acerca de una sirena y una familia disfuncional en medio de una amenaza de
tsunami. Tras leer la trama, quienes la iban a interpretar, pude convencer a
mis padres y hermano de ir a la presentación que se daría en el palacio de la
Exposición. En febrero, ya había visto en el mismo lugar una obra llamado
“Astronautas”, donde participaba Pietro Sibila que actuó en la serie
“Misterio”, la cual me gustaba mucho. Se trataba de la llegada de los primeros
peruanos a la luna allá por 1968, un año antes de que los americanos pusieran
pie en nuestro único satélite. El final me conmovió hasta los tuétanos y sentí
un inmenso orgullo porque en la patria, la gente podía hacer tamaña de hacer
materializar la obra novela de Julio Verne “De la tierra a la luna”. A veces me pregunto si tal hecho ocurrió.
Era
de noche, cuando íbamos al teatro. Podía contemplar el parque, contiguo al
palacio. Se asemejaba a las pinturas nocturnas de Van Gogh, remarcando los
colores anaranjado-amarillento de los faroles de las calles. De día y de noche,
el parque tenía vida propia. Me acuerdo de la tensa espera, por mis padres que
buscaban un sitio para estacionar el carro. Pensé que no íbamos a llegar a
tiempo y perderíamos el estreno. Mi hermano me dijo que estaba haciendo el
ridículo…por estar nervioso. Al poco tiempo, llegaron mis padres y sentí
alivio, mi plan estaba funcionando. Tuvimos la suerte de ubicarnos en el
segundo piso, que tenía el nombre elegante de “Mezanine”. Era el escenario más
grande y cómodo, que el teatro donde mis amigos hacían sus pininos. Me sentía,
un astronauta de una nave espacial a punto de despegar. Pude ver desde arriba
algunos famosos como Wendy Ramos, protagonista del programa “Pataclaun”. Dios
mío, era un privilegio ver a esa gran constelación en el cielo. De repente las
luces empezaron a apagarse, sentí que nos estábamos preparando para hacer un
viaje a otra galaxia. Una voz en Off, nos advertía de que iba a comenzar la
obra y no toleraría ninguna tardanza o alguna malacrianza: como tener el
celular prendido. Se abrió el telón, el escenario era de una playa desierta y
podía oírse el sonido de las olas. Se hallaba una familia, al parecer acomodada
que disfrutaba el verano sin impórtales la advertencia de un inminente maremoto.
El grupo lo encabezaba “un páter familia”, borrachín y
campechano. Seguido por su esposa, especialista en destacarse por su prioridad
a detalles realmente insignificantes como: “¿Cual fue la foto más chevre de la
fiesta…tal? Mas sus dos hijos tan disimiles entre si y una empleada, que era
una especie de segunda madre para los chicos. Posteriormente se incorporaría,
un importante socio del padre que daba la impresión que llegaría lejos en la
empresa que ambos trabajaban. Lo cual producía resquemores en la relación
padre-hijo. Su vástago lo detestaba…además lo odiaba aún mas por ser el amante
de su madre. La obra presentaba en cierta medida: sus conflictos, problemas
personales, anhelos, sueños o deseos de odio que mantenían ocultos. Fue en ese
momento, cuando apareció el detonante del conflicto al llegar varada en la
playa un ser fantástico que al parecer hablaba ininteligiblemente. Se trataba
de una sirena, todos los presentes quedaron asombrados. Lo cual se inició una
agria discusión acerca de la suerte de criatura. Unos querían sacarle provecho
al convertirla en una atracción circense y otros decían en devolverle al mar
para evitar problemas con la ley.
La pelea era absurda…pero de una
impresionante intensidad. Después la verdad salió a la luz al punto de llegar
inclusive a la violencia. Parecía que el mundo iba estallar en llamas, en medio
del paraíso. Fue en ese instante que decidieron devolver a la sirena al mar, lo
cual hizo que una ola gigante se llevara a los jóvenes al fondo del mar. Hay
una especie de monólogo interior que habla como una especie de epílogo, la
suerte de los personajes y como uno de ellos cree tener una conexión con la
sirena, incluso saber sus pensamientos. Tras terminar la obra, en medio de
aplausos, regresamos a casa. En la cena hicimos comentarios sobre la moraleja
de lo que vimos en el teatro y sobre la ética de los personajes. Mi madre resalta, a veces cayendo
pesado, ese gusto por la rectitud a veces ingenua, que debía tener todos los
dramas teatrales. La charla fue tan interesante que hizo retumbar el comedor.
Siento que me lleno de vida, cuando debatimos de temas de importancia como el
arte y política.
Mis vacaciones pasaron volando, como un tren bala japonés. A
veces tenía la sensación de que no había ocurrido lo que está pasando con mi
existencia en la tierra. Temo tanto al paso del tiempo, que siento que la vida
se desvanece en un parpadeo y viviendo en una ficción. Encerrado en el cuerpo
de un simple mortal, que me impide descubrir la realidad tal como es. Comenzó
un nuevo ciclo de la universidad, supe que sería la última vez de estar con mis
amigos. Nos separaríamos por el asunto de las especializaciones de la carrera,
que íbamos a salir profesionales. Sabía que iba a pasar, ya no vería a los
compañeros, que durante tres años compartimos tantas cosas juntas, lleno de
recuerdos que no cabrían en una enciclopedia o blog. Me convertiría en el
hombre más solitario del mundo, cuando tuviera que despedirme de ellos al
acabar el ciclo. La soledad me ha acompañado y a veces es parte de mí ser. Nos
tocaba ahora en el sótano en la facultad, en el pasado había muy pocas veces a
ese lugar, siempre nos tocaban las aulas de del primer piso. Aquella
representaba esa mutación que estábamos viviendo en nuestras vidas. Lo bueno y
lo malo de esta gran transformación: es que podía ver con frecuencia con
Esteban y conversar con él, aunque fuera por breve tiempo. Pero tendría que
soportar la presencia de ese tipo, al cual he mencionado, el que aborrezco con
todas las fuerzas de mi alma. Era como estar en el cielo y el infierno. Pero no
todo era incertidumbre en este nuevo ciclo. Ya que contábamos con la presencia
de una nueva profesora Valentina Vallejos, a quien adoraba hasta la médula. Su
nueva materia, política y economía internacional. La docente, era columnista
del diario El Comercio, cuyos artículos leía con avidez. Era muy diferente a la
persona que aparecía en la foto de la columna periodística. Desde el primer
momento supe que nos íbamos a llevar muy bien. En el curso hacíamos debates, de
los cuales sin querer ufanarme “me comía” a mis rivales. Veíamos documentales o
películas, sobretodo un filme que hablaba acerca de un dramaturgo espiado en la
Alemania Oriental. Nos mandaba lecturas que hablan del porque nuestro planeta
gira al revés. Salvo por la presencia de ese antipático…el curso era felicidad
pura. Al contrario de investigación de mercado, donde era un martirio para mí.
Siempre estuve “En la cuerda floja”, no creí que iba a sobrevivir a ese can
cerbero que representaba ese jodido curso. Incluso en un arranque
desesperación…le dije a mi profesora, una gorda antipática, que no tenía futuro
en su materia. Para mi fue quitarme un peso encima.
El tiempo transcurrió en medio, trabajos agotadores y
exámenes que no te dejaban dormir. Cuando llegó el mes morado. No sé como me
enteré, si fue a través de las redes sociales o por un afiche que hablaba sobre
las próximas audiciones para ser parte del elenco de teatro. En este relato ha
tenido una larga e intensa introducción para que puedan entender esta historia.
Sin pensarlo dos veces, me inscribí a la audición. Sentí que ya había llegado
el momento de gloria en la historia, como rezaba la marsellesa. La primera
parte de la audición, fue en una tarde soleada de un sábado de octubre. Iba a
ser el evento a las tres y llegue dos horas antes. Aproveche para tragar comida
chatarra y tratar de pasarme los niveles de Half Life, en un internet cerca de
la universidad. Era uno de mis vídeojuegos favoritos, donde la vida pendía de
un hilo. Calculaba el tiempo, al revisar mi celular. Me hubiera gustado seguir
enviciándome, matando monstruos…pero tenía un asunto sagrado que cumplir.
Llegue al lugar acordado, era el sótano de la facultad. Vi una larga cola, no
me imagine que la convocatoria tuviera tanta acogida. Apenas se inscribían los
participantes, se les tomaban fotos como si fueran hacer la ficha policiaca de
los delincuentes. El proceso era caótico por la enorme cantidad de postulantes
y el tiempo tan escaso.
Aproveché para saludar a Crispín y ver si me encontraba con algún
conocido en la lista y no sentirme un bicho raro. Pude entrar en el aula y
observé a una multitud de chiquillos: alguno de ellos parados otros sentados. Pude
por fin hallar a un conocido: se trataba de Marco Aurelio Solano. Un chico que
había conocido en esos primeros días de nuestra carrera universitaria. Tenía el
aspecto de un adolecente lampiño, su contextura era delgada y tenía una
expresión de inocencia. Su cabello, una mezcla de rubio y castaño, tenía la
forma de un palo de escoba. Una vez me contó Esteban, que se asemejaba a un
participante de un Reality Show estadounidense que ganó el polémico concurso y
ahora estaba preso. Adoraba los deportes extremos y tenía una actitud tipo
buena onda. Al verme sintió una inmensa alegría, hacia siglos que no nos
veíamos. Estaba en el turno noche y se había retrasado un ciclo, por esas
razones no podía verlo con frecuencia. Reencontrarme con él, fue como volver a
esos primeros tiempos donde era todo maravilloso asombro de la novedad de estar
en la universidad. Pude observar que los miembros más resaltantes del elenco
estaban al frente y parecían un grupo de generales listos para comandar a sus
tropas.
De repente una voz autoritaria, como venido de una poderosa
divinidad, nos pidió que guardáramos silencio. Nos iban a decir un mensaje
importante. Sentí que la suerte estaba echada y suspiré para calmar la tensión.
Provenía de una chica menuda, con lentes más grandes que su cabeza, pero con un
carácter enérgico. Empezó a hablarnos de cómo sería la audición, el proceso de
selección de los nuevos integrantes, como nos calificaría y las reglas del
juego. Se asemejaba a una instrucción militar, donde los reclutas se
enfrentarían a una serie de pruebas donde solo unos lograrían pasar. Con tamaña
bienvenida, supe que el proceso no iba a ser fácil. Rogaba en mi mente a la
providencia de me trajera suerte en este “batalla histórica”. Tuvimos que
quitarnos los abrigos y demás pertenencias, ya que tendríamos que hacer bastante
movimiento. Fantaseaba con la idea de que nos ordenaran desnudarnos. Como si
fuéramos cobayas de un experimento propio de un científico loco. Esa
posibilidad inclusive no me parecía descabellada.
Quería saber nuestros reflejos, comenzaron con una serie de
ejercicios donde cada segundo era valioso. No sabía si lo había hecho bien o
mal lo que ordenaban. Perdí el sentido del espacio y tiempo. Me comportaba como
un autómata, jadeaba con cada orden que me daban era un desafío para mi cuerpo,
poco presto para estas actividades. Parecía que nunca iban a terminar, mirar el
reloj me haría ridículo. Ya que no sabía
cuanto tiempo duraría esta verdadera prueba de fe. Hacíamos sentadillas,
caminábamos en círculos…inclusive nos la ingeniábamos para hacer figuras humanas
de cualquier cosa que nos ordenaran: ya sean relojes suizos, sillas, carros y
animales. Sentí la arbitrariedad en su más pura esencia. Luego ordenaron a los
presentes, una nueva fase de la audición. Querían ver cuanto histrionismo
podíamos generar y ganar puntos a nuestro favor. Era como jugar Tetrix o
Gumbound. Nos pedían que formáramos grupos de a tres para realizar actuaciones
improvisadas. La improvisación siempre me ha gustado, ya que me pone
constantemente a prueba. Lo único que deseaba, es que no me dieran un rol
difícil de interpretar o que tuviera un cariz restringido. Deseaba hacer el
papel de un general golpista de una república bananera, tipo Odría, Trujillo o
Sánchez Cerro, que sueña con llegar al poder a punta de bayonetas. También
hacer de un proxeneta, ofreciéndoles “el mejor polvo” para los desamparados
parroquianos. Todos estos papeles me caerían como anillo al dedo. Siempre me
han gustado los personajes de corte siniestro y de dudosa moralidad. Los
villanos, son los mejores personajes de las grandes historias. Pueden hacer
cosas que otros no pueden e interpretarlos es un privilegio. Esperaba con
ansias esa orden que era venida del cielo, para descargar mi vena artística.
Veía a los chicos como actuaban, no estaba nada mal. De vez
en cuando “Los maestros rectores”, así les apodaba a los miembros más importantes
del elenco, corregían o pedían que hablaran más fuerte a los que improvisaban. No
tardó mucho para que me tocara hacer lo que mejor sabía. Ser uno mismo en el
cuerpo de otro. Me ordenaron que hiciera el rol de Donjuán, el único personaje
que se me ocurrió improvisar era Tony Montana. Aquel narco cubano que tenía una
extravagante mansión en Miami, de carácter arribista, aires de dandi y consumía
cocaína como mierda. Tuve que cambiar mi
voz y darle un toque más agudo para darle mayor realce. Esos cortos minutos de
improvisación se volvieron una eternidad. Al cortejaba como “Casanova moderno”,
a dos chicas que se asemejaban a las gordas de Botero. Ninguna creía que yo era
millonario y que solo era un embaucador. Nadie notaba mi tensión. Parecía que
mi actuación les había gustado a los “maestros rectores”, sobretodo el uso de
mi voz para mi personaje. Pude ver la expresión de satisfacción de Crispín, en
su mirada fijada en mí. Supe que mis chances de salir triunfante se
multiplicaban por cien. Después siguieron pasando otros improvisadores y los
observaba con atención. Queríamos ver como conmovían al público que éramos
nosotros. Algunas presentaciones me causaban gracia y otras lamentablemente aburrimiento.
Terminado esto, empezaron a repartir una serie de papeles.
Nos dijeron que el próximo sábado, tendríamos que interpretar de memoria y
representarlo como quisiéramos. Le di una ojeada al texto, para ver de que se
trataba la lectura: eran los recuerdos de un señor, que hablaba de un suceso en
su niñez y lo marcó para siempre. Tenía un estilo dickesiano, ya que
involucraba a un niño pobre que pedía una caridad, al una canción lastimera, a
los padres del que narraba la historia en primera persona. El desafío era formidable, por eso tendría
una semana para prepararme. Tenerla en mis manos, era como una especie de
premio por mi esfuerzo de venir acá. Seguí leyendo el texto, mientras regresaba
a casa en el bus. Trataba de memorizarlo mentalmente, cada párrafo del texto.
Era una manera de soportar el tedio del lento viaje, en medio de los bocinazos,
la música estridente y la monotonía. Cuando llegué a mi casa, ya eran las ocho
de la noche, conté a mis padres con una energía imparable como había
transcurrido la audición y sobre el próximo sábado, donde tendría que dar una
impresionante clase de dicción acerca de la lectura. Ellos manifestaron cierta
alegría por mi vida, sobretodo mi madre que siempre le gusto el teatro. Les
dije con voz triunfante de que practicaría todos los días el texto, hasta que
me salieran gallos en la garganta o quedarme afónico en el peor de los casos.
Sentía que el mundo contenía el aliento contenía el aliento, ante mi decisión
irresoluta. Ella siempre me ha dado confianza, sobretodo cuando tenía que dar
examen del difícil curso de biología. Era la persona más indicada, para que me
ayudara en la prueba. Cuando me fui a la cama, sentí por primera vez en mi vida
tenía un propósito y rompía lo rutinario.
Al día siguiente, que era domingo, empecé a leer el texto y
memorizarlo de manera rápida, para practicar la dicción más la correcta
entonación. Pero realmente era una tarea frustrante: me olvidaba los fragmentos
más importantes, vocalizaba mal o me trataba en las oraciones. Decía groserías
o daba vueltas en círculo en mi habitación. Me avergonzaba por no lograrlo. No
me imaginaba, como los actores de las grandes obras de Moliere y Shakespeare podrían
memorizarse esos versos tan largos lleno de exquisiteces verbales. Entonces era
ridículo por sentirme un elefante que no puede aplastar a una miserable
cucaracha. Era tan agotadora esta batalla absurda que no quería continuar y me
dedicaba a otras cosas como leer el diario y enterarme de la evolución de las
elecciones presidenciales en EEUU. Se asemejaba la tortura de estudiar un
examen que era difícil y las probabilidades prácticamente son mínimas. Me
consolaba, diciéndome en mi yo interior de que no se aprende un texto de
memoria como impulsado por un pensamiento mágico. Tendré que aprenderlo a punta
de “sangre, sudor y lágrimas”, no hay alternativas para estas cosas. Ya era el
atardecer el domingo, miraba por la ventana como el sol se extinguía. Los
atardeceres al verlos, me provocan una melancolía entre dulce y trágica, por
acercarse poco a poco el fin de la existencia. Por un lado moría mi libertad
condicional al acabarse el fin de semana. Pensar en los lunes me entristece
enormemente…ah ese sentimiento lo llevo desde el colegio y aún no puedo
superarlo. Pero no iba a sufrir por el día siguiente, sino que sería el inicio
de una nueva era. Tenía un nuevo plan para mi interpretación de la lectura,
saliera brillante como un zafiro.
Era la tarde del lunes, ya había culminado las clases. Me
encontraba en el tercer piso del edificio de talleres. Esperaba que la
encargada: una mujer agraciada, de finos lentes, pelo ondulado, sonrisa
perfecta y un poco mayor que nosotros. Nos diera luz verde para poder entrar en
la sala de Prootools, un programa para grabar y editar contenidos. Unas semanas
antes, tuve que aprenderlo a marchas forzadas para aprobar una prueba del curso
a cargo de un profesor recontra antipático, no era como el anterior del ciclo
pasado. En la cabina me preparé para la lectura, hacia unos cuarenta minutos
antes había hecho un par de copias mi texto para que no se perdiera. Además tenía
mi puerto USB con muchas canciones en diferentes idiomas, melodías, himnos,
marchas militares y cantatas entre otros
sonidos característicos. Iba a crear una maravilla al igual que las nueve
sinfonías que construyó Beethoven a lo largo de su vida. Tras prender los
botones para la grabación, me puse los audífonos para escucharme y empecé a
leer el texto. Lo hacia de manera segura, dándole ritmo y entonándolo con mi
extraño dejo extranjero. Me sentía feliz en el minúsculo espacio. Terminado el
proceso, empecé con la música de fondo. Fue bastante tedioso y complicado,
sobretodo armonizar con las palabras. Recortar, alinear y ponerle efectos de
sonido para hacerlo más agudo o grave era una tarea bastante complicada.
Pero hacerlo, me hacía mas feliz que
estudiar las materias. Ya que era amo y señor de mi destino. Eso hace que mi
vida realmente tenga sentido y el futuro se llene de esperanzas. Fue la hora
más feliz, una ocasión así es irrepetible.
Tras terminar mi labor, regresé a mi casa. Estaba muy
contento por haber logrado crear una obra maestra. Mi felicidad era tal…que ya
no me importaba el tráfico, el tiempo perdido, las faltas graves que se
producen en las pistas, el humo ni las bocinas de los autos. Al llegar a mi
casa, presa del cansancio y el hombre me dirigí a la mesa. Además no había
nadie, creciendo más mi placidez. Devoré la comida que ya me la tenía preparada
ya que sabía que llegaba muy tarde a la casa. Tuve realmente una sensación de
placer, cuando probé bocado. No me acuerdo de que se trataba lo que comí…pero
su sabor era único. Necesitaba recuperar esas energías que uno tiene que gastar
cuando está muy ocupado. Mientras comía, vi la televisión. Daban el noticiero y
ninguna noticia me llamaba la atención. Casi todas las notas eran de cosas
triviales y muy pocas acerca de algún asunto que podría ser vital para cambiar
la historia del mundo: El asesinato de un presidente, un atentado, el estallido
de una guerra, la caída de alguna bolsa de valores o el fin de alguna monarquía
de algún país exótico. Esperaba con ansias y si ocurría nunca me quedaba
satisfecho. Tal vez mi obsesión con la historia, era como una maldición que me
impediría sentirme igual a los simples mortales y llevándome sufrir el resto de mi existencia
por ello. Lo único que realmente me entretenía de ver la televisión era hacer
zapping y encontrar algo interesante. Terminado la comida, me dirigí a mi
cuarto. Ese pequeño sitio, era el único sitio donde realmente me sentía libre.
Era mi país inventado. Me eche a la cama, mi espalda parecía que se liberaba de
un yugo cruel. Prendí la radio y escuché música de los ochenta. Desde que
cumplí los dieciocho años, al volverme fans de Oxígeno sentí que una voz me
decía que iba por el camino correcto. Tras el descanso, parecía que había
durado una eternidad. Prendí el ordenador y puse mi puerto USB para ver como
había quedado la grabación. Observé el aparato como si fuera un objeto sagrado.
Escuchar la grabación, me puse en una especie de estado de trance. Parecía que
la voz no era mía…sino de otra persona. Más que un ejercicio para entrenar la
dicción, era la consagración de una pieza musical refinada. La sinfonía
trasmitía sentimiento genuino. Me sentía orgulloso no de mi mismo, sino el alma
de un genio que vivía en el cuerpo de un miserable mortal. Tras escucharlo, me
fui a la cama con una sonrisa en mis labios. Ganaba una batalla más y podía
continuar con mi vida.
El resto de la semana, practicaba mi texto en el cuarto piso
de mi casa. El sitio estaba siendo remodelado y aprovechaba la noche, donde no
había nadie que pudiese perturbar mi recitación. En días soleados, era una
especie de mirador para contemplar el monstruo que se había convertido Lima. Podía
verse al mismo tiempo el cerro San Cristóbal, los edificios del Centro y la
isla San Lorenzo. Dos puntos de la ciudad, que a simple vista parecía que
estaban conectados entre si. Libre de cualquier interrupción, empecé a
declamar. Parecía más un poeta que un aspirante a actor. Cuando recitaba mi
texto, sin ningún problema era una victoria. No me importaba si me tropezaba
con los materiales de construcción desperdigados por el suelo. Ni parecer
orate, cuando aparentaba hablar solo. Ni la falta de luz para poder
concentrarme. Mi garganta estaba cansada, después de tanto hablar y repetir la
misma frase. Hacia pausas para descansar, veía las luces anaranjadas de la urbe.
Me sentía feliz de ver esa constelación de luces, parecía que me daban una energía
brutal para seguir continuando. Bajaba al tercer piso y pedía a mi madre que me
tomara la lección, como si estuviera preparándome para mi examen biología. Era
como volver a mis tiempos de secundaria. En el resto de la semana, me la pase
practicando hasta que se volvió una conversación cotidiana.
Llego el día sábado, el momento que tanto estaba esperando y
temía. Decidí usar un traje especial para mi actuación. Decidí vestirme, utilizando
un traje azul al cubrirme todo el cuerpo, que se asemejaba a un uniforme de
obrero metalúrgico o militar. Siempre me han gustado los trajes marciales y
también ensayé los pasos que imitaba al desfile de un paracaidista de la
segunda guerra mundial. Quería mostrar el recuerdo de un soldado, cuando era
niño. Siempre me ha fascinado interpretar a militares, son personajes ricos y
complejos por su predisposición a matar, lo cual lo hacen únicos. Esta vez,
mostraría una faceta diferente con esa declamación que conmovería al mundo. Y
si ni no le elegía, mi felicidad era completa al participar en un hecho que lo
contaría a las generaciones venideras. Tras almorzar y descansar, me encaminé al
paradero que se encontraba en la avenida Bolívar. Trataba de ocultar mi
nerviosismo en las piernas y mis pensamientos de que cometiera algún error ante
“los maestros rectores”, cuando hiciera la audición. Veía como avanzaban los
vehículos, alguno llenos hasta reventar y otros simplemente llenos. Contemplaba
el condominio feo, donde alguno de mis amigos del colegio viven o vivían. Llego
un autobús mas o menos vacíos, por lo menos viajaría como un verdadero ser
humano y una sardina que esta enlatada. Eso
me hacía feliz. El transcurrir del viaje, no hubo mucho que trascender hasta
que llegue a la universidad. Como dice mi madre “Si sabes que vas a ganar,
entonces vas a triunfar”. Cuando vi el frontis de la universidad, a través de
la ventana del carro. Se me hizo una sonrisa de satisfacción.
Entré a la universidad con aires triunfales, recorrí el
patio con prisa. Recuerdo que era un sábado soleado y hacía una brisa suave. Parecía
que el clima, inclusive quería que yo triunfara. Bajé al sótano de la facultad,
cuando llegué vi un universo de gente disfrazada desde lo más convencional
hasta los estrafalarios. Vi a chicos y chicas, con trajes de marineritos, otros
como hadas madrinas, algunos con ternos e inclusive mendigos moribundos, tenían
una autenticidad que podían hacerse pasar fácilmente como personas
menesterosas. Alguno de ellos le quedaba genial y otros no les quedaba muy
bien. Parecía más un carnaval de disfraces que una audición de teatro. El
ambiente era de camaradería y confraternidad, parecido a una fiesta. Lo único
que faltaba era alcohol y música estridente. Vi alguno de los aspirantes
practicar sus libretos y de repente me entró el bichito de hacer el ensayo de
último minuto. Busqué un pasillo medio oscuro y solitario para evitar que
ocurriera algún percance. Sentí que volvía al principio, cuando lo practicaba
de nuevo. En mi interior, la desesperación quería apoderarse de mí ante esta
repentina falta de memoria. Siempre ocurren ocas inesperadas. Entretanto vi a
mi amigo Marco Aurelio, estaba vestido como si fuera la reencarnación peruana
de James Dean, tenía su casaca de motociclista, su polo blanco y unos jeans
azules. Nos saludamos efusivamente y compartimos nuestras preocupaciones por lo
que pasaría al entrar a esa sala donde se decidiría nuestro destino. Él lo veía
más intranquilo que yo, se reflejaba en su rostro, en sus gestos y en el tono
de su voz. Siempre se caracterizó por tener un carácter asustadizo, sobretodo
con la presencia de una profesora que le apodaba “Mortisia”, por tener una
larga cabellera negra que le daba un aspecto siniestro. Mientras que disimulaba
mi temor al fracaso de manera teatral.
Vimos la cola de aspirantes, todos vestidos con sus trajes.
Alguno de ellos manifestaban nerviosismo al santiguarse, seguir parloteando sus
líneas o caminar en círculos. Entraban al aula, como si fueran a ingresar en la
cueva del dragón escupe fuego. Quería
fumar algún cigarrillo, no me importaba lo que dijera la gente si los jodía con
mi humo e incluso me mecharía con alguno, simplemente para entretenerme. Sería
como las películas alemanas de la segunda guerra mundial, donde los soldados
fuman antes de ir al campo de batalla a sabiendas de que no saldrían vivos de
la misma. La fila avanzaba tan lento…que parecía una procesión fúnebre con
geste vestida de carnaval. Creí que nunca terminaría y me estaba aburriendo de
lo lindo. No recuerdo si había chicas atractivas por el lugar y echarle ojo, si
usaba algún traje “realmente creativo”. Pero miraba sin ninguna emoción las
caras de los asistentes, las paredes blancas, las puertas que se abrían y
cerraban. A veces me colaba, para ver a través de la ventana por unos
instantes, como desarrollaban sus interpretaciones de la lectura. Pude ver a
uno creo de cabello negro crespo, vestido como pordiosero y andaba descalzo. Rogaba
en mi interior a la providencia de que nada, cada vez que avanzábamos, que no
la malograra en alguna parte de mi declamación. En eso dependía mi vida, de
cierta forma. Ya no me importaba el tiempo ni el espacio, solo leer en mi mente
y darle la correcta entonación un texto tan sencillo como complejo al mismo
tiempo. Me hacía recordar la época del colegio, donde los alumnos debían
saberse de memoria un texto y ser los chicos de mamá. Marco Aurelio, ingresó a
la sala, di una palmadita en su hombro y le desee toda la suerte del mundo. Su
cara mostraba una actitud de un chico, que quiere compasión. No faltaría tiempo
para que llegara mi turno y di un largo suspiro.
El momento que había esperado y temido llegó. Tras salir un
aspirante, entré a la cueva del dragón. Vi un aula sin sillas, solamente un
escenario vacio, donde yo lucharía solo contra el mundo. Di una rápida mirada a
los “maestros rectores, uno de ellos de contextura delgada, tenía un cariz muy
severo. Se notaba que era el juez más severo, del grupo de evaluadores. También
se encontraba una muchacha entre ellos, creo que su cabello era pelirrojo. Pude
ver a Crispín, él si mostró un trato más efusivo conmigo. Nos intercambiamos
saludos y hasta me llamó por “Tony Montana”. Aquel gesto me dio confianza para
iniciar lo que tanto esfuerzo, dedicación y obsesión para lograr mi cometido. Mi
primer paso que haría mi interpretación algo único, fue hacer “la marcha
militar del ganso”. Hice retumbar la sala, con el paso de los tambores
imaginarios que tocaban una especie de fanfarria castrense. Esos cinco pasos
que di, me parecieron eternos. Luego volteé a la derecha, era el momento clave
donde tendría que dar todo de si para impresionar a los maestros rectores,
especialmente al ser el único aspirante en usar un traje completamente azul. Parecía
un paracaidista listo para saltar de mi avión. Me pare y con rigidez, para dar
una imagen de control absoluto sobre mis emociones. Empecé mi recitación, dándole un tono
enérgico. Lo decía con una convicción religiosa, palabra por palabra. Cuidaba cada
detalle de mi declamación, para que nada saliera mal. Gesticulaba con
exageración, pero era para darle un tono
más vivo. Miraba a los ojos de los miembros del jurado, estaban con una
seriedad que daba miedo. Parecía que sus rostros denotaban un carácter
enigmático, imposible de interpretar. No sabía si aprobaban mi actuación o era
considerado el fiasco del año. Terminé y
di un largo suspiro, que duró una eternidad.
El hombre flaco de rostro circunspecto, se acercó hacia mí. Su
presencia, causaba temor. Me hacía recordar a los concursos de canto estilo
“Reality shows”, donde los participantes están al borde de un ataque de nervios
por saber si alguien va a capilla o se queda. Pero su manera de hablar era calmada
y tenía un cierto tono de confianza. Ello aflojó la tensión, que imperaba en la
sala. Crispín me miraba atentamente. Hubiera preferido que él fuera que calificara
mi actuación, para que pudiera entrar con más facilidad al elenco de teatro. Yo
le hacía un guiño, un gesto de agradecimiento. “El maestro rector”, empezó a mostrar su balance de mi actuación.
Me hacía al principio algunas preguntas sobre mí, donde vivía o cuales eran mis
hobbies. Parecía que era su estilo, antes de comenzar a decir a los aspirantes si
estaban calificados para ser un nuevo miembro del grupo teatral. Era idéntico a
la selección de los comandos terroristas para una misión suicida. Es una
comparación exagerada, pero a mi me gusta la exageración. El juez, me dijo que
la tonalidad de mi voz era excelente y lo hablaba con sinceridad. No era un
truco psicológico para bajar la guardia. Un punto a favor, decía en mi mente. Luego
su voz, puso un tono más apagado. Me dio una palmada en mi hombro y empezó a
decirme los puntos flancos de mi declamación. Me parecía que el señor, actuaba
como un padre reprochando dulcemente a su hijo que ha cometido una malcriadez. Contaba
que mis gestos eran superfluos y denotaban un histrionismo artificial. Porque
la actuación: es hacer creer que no estás actuando, sino eres parte de la
realidad que encarnas en el papel. Su enseñanza fue realmente inspiradora. También
me dijo que yo decía palabra por palabra como robot y no la frase completa ni
de manera real. Incluso dijo una frase como ejemplo para ilustrarme de la
situación. Supe en mi interior, que memorizar no bastaba para conseguirlo. Ante
su juicio, yo daba respuestas sumamente monosilábicas cuando me hablaba.
Siempre dándole la razón al “maestro rector”. Parecía que estaba satisfecho con
mi actuación…pero faltaba algo para entrar en ese universo de futuras
luminarias de la actuación. No sentí que fracasaba, sino era una batalla más
para ganar la guerra. Me dijeron al final, que los resultados de la audición en
el facebook se verían en un par de días. Allí podría ver el resultado de mi
trabajo. No quería pensar todavía en
ello. Estaba en un estado de trance.
Cuando terminó su plática, esos doce minutos en el aula me
parecieron una eternidad. Salí y me encontré con Marco Aurelio, conversamos un
rato acerca de cómo habían salido nuestras actuaciones. Ya estábamos aliviados,
luego de la tensa espera. Dijimos que nos preocupaba tanto el resultado…lo
importante era participar y dar lo mejor de nosotros. Todavía no llegaba el
ocaso, cuando me despedí de mi amigo. Veía a los aspirantes que todavía hacían
su cola para la audición con sus disfraces peculiares. Caminé hasta el paradero, sentía cierto
orgullo por haber participado, parecía que había sido por unos instantes un
protagonista de la historia. En mi alma,
sentí una felicidad, fuera de toda la lógica humana. Por lo menos no moriré en
la mediocridad, como la mayoría de las personas. Estaba por dar el primer paso,
para construir una nueva era que transformaría el universo. Estos pensamientos
de mi cabeza, parecían delirantes por tamaño mesianismo. Creo que leer mucho la
biografía de los personajes de la historia, me hacía pensar que estaba
predestinado a la grandeza.
Llegue a caso, creo que a las siete de la noche. Me
encontraba exhausto pero feliz. Vi a mis padres comiendo en la sala, parecía
una escena repetida de la anterior semana. Los salude a cierta distancia, como
si advirtiera peligro. Me senté en el sofá y di un largo suspiro. Parecía que
había viajado a una tierra lejana y estaba agotado a morir. No tenía mucha
hambre y no me acerqué a la mesa. Mi padre, especialmente me invitaba a cenar.
Con cierto cansancio, me dirigí allá. Les conté de mi aventura y como había
hecho mi declamación. Parecían que estaban contentos, por haber participado en
ese concurso. Fue una conversación satisfactoria. Era un signo de que las cosas
“iban viento en popa”. Luego me fui a dormir, con una sonrisa en los labios. Unos días, como me
habían prometido, decidí ver como andaba la cuestión del selección de los
participantes. Nunca había estado tan nervioso, las únicas ocasiones de que
realmente tuviera miedo a estar en la computadora: era la temida entrega de
notas de fin de ciclo. Empecé a ver si tenía reales posibilidades de éxito,
recordando las sabias palabras del “maestro rector”. Tenía algunos puntos débiles mi declamación…pero aún así tenia la
intuición que la diosa fortuna estaría de mi lado. Justo pude ver en mi muro,
que habían colocado la lista de quienes habían logrado ingresar: eran cinco los
que superaron la prueba de fuego. Aquello me hizo recordar esos tiempos de
cachimbo, cuando rogaba a la providencia de poder salir airoso del examen de
admisión. Pude ver que la lista la encabezaba mi amigo Marco Aurelio, era un
triunfo compartido. Seguí revisando y encontré mi nombre al final. Al verlo, me
agarré las manos por lograr lo que siempre he anhelado. Era el cumplimiento de
un bello sueño. Era tanta mi felicidad…que me impedía gritar de alegría. Respiré
agitadamente y para calmarme, salí de mi casa para comprar una lata de cerveza.
Al día siguiente, me encontraba en el patio de la universidad. Era un día nublado
y vi a Esteban, sentado en una de las bancas. Su frondosa cabellera rubia, era
lo único colorido en ese ambiente gris. Desde el año pasado, siempre lo veía
revisando su ordenador personal y vivía absorto con el bendito aparato. Ya parecía
ser su mujer, una especie de sustituta electrónica de Paz. Pensé en ella,
últimamente mi amigo ya no hablaba de su chica. Tal vez un enfriamiento de la
relación, un distanciamiento o quizás el estrés universitario. Llegué a la
banca, donde se sentaba y lo salude. Volteó la mirada, sus ojos celeste tan
puros como las aguas del mar Caribe se habían convertido en una fuente de
sangre fresca. Me apeno verlo en ese estado, tenía la pinta de un drogadicto
incurable. Lo saludé de manera efusiva, como en los viejos tiempos. Me devolvió
el saludo con un gesto cansado y empezamos a conversar.